Una profecía de Verne convertida en realidad. El genial escritor francés, Julio Verne, anticipó innumerables acontecimientos y descubrimientos científicos, algunos de ellos, hasta con cien años de anticipación.
Entre sus proféticas visiones figura también la creación de la ciudad de La Plata, actual capital de la provincia de Buenos Aires, República Argentina.
La descripción de esta ciudad la efectuó en un libro publicado en París en el año 1879, tres años antes de la colocación de la piedra fundamental de la ciudad argentina. La misma que en el libro del visionario escritor, “Los quinientos millones de la Begun”, se llamó Franceville, o Villa Francia, como se llamaba a la ciudad de La Plata cuando esta aún carecía de nombre.
El libro de Julio Verne y La Plata
En este libro Verne describe con asombrosa exactitud, una ciudad como La Plata, diseñada por médicos sanitaristas, cruzada por amplias avenidas arboladas cada seis cuadras y plazas en cada una de las intersecciones de las mismas, con cuatro grandes parques conectados entre sí por grandes diagonales.
Una ciudad con un trazado inteligente que evitaba la formación de tugurios, sin recovecos, con calles de fácil acceso para ambulancias y servicios de seguridad. Una ciudad con los más modernos servicios sanitarios, como el agua potable y la cloaca (alcantarillado).
Los grandes higienistas de aquel tiempo reaccionaron frente al crecimiento de grandes concentraciones tugurizadas que la Revolución Industrial produjo, sin embargo, sus ideas no pudieron concretarse en ninguna organización urbanística del viejo mundo. Inútiles resultaron los esfuerzos de quienes bregaban por la construcción de ciudades más humanizadas y más saludables.
No fue Europa la que vio nacer estas ciudades. La primera de ellas, la Villa Francia de Julio Verne, nació en un lejano país del continente sudamericano, en medio de extensos y despoblados campos cubiertos de cardos. En ellos surgió de la nada, la ciudad perfecta, planeada y construida en un todo de acuerdo a los más avanzados criterios del urbanismo decimonónico. Se llamó La Plata, nombre que se debe a la inspiración de José Hernández, otro escritor, creador del famoso Martín Fierro.
Los pensamientos revolucionarios de los innovadores urbanísticos europeos
Según el arquitecto Rubén Pesci, creador de la Fundación CEPA (1), estas ideas tuvieron su origen en los ideales de la Revolución Francesa y no nacieron de los arquitectos ni de los urbanistas de aquellos tiempos, sino de los grandes sanitaristas: los médicos.
Pesci indica que “los grandes higienistas reaccionaron contra esas ciudades” que tan bien describiera Dickens. El movimiento tomó impulso incluso en las cámaras del gobierno británico, que apoyaron los postulados para, como decían, sanear las ciudades.
Nace la ciudad de La Plata
En Buenos Aires existía una verdadera e importante escuela sanitarista, liderada por hombres como Guillermo Rawson, Eduardo Wilde y Emilio Coni.
Estos médicos pregonaban los ideales higienistas y fueron los autores del primer gran tratado urbanístico argentino, como consecuencia de la lucha que libraron en ocasión de la epidemia de fiebre amarilla, que asolara a la ciudad de Buenos Aires en el año 1871.
Estos médicos participaron con frecuencia en importantes congresos internacionales de higiene, llegando a presidir algunos de ellos.
Fueron estos médicos argentinos los que abrazaron aquellos ideales del humanismo liberal europeo y trataron de aplicarlos en nuestro país.
Wilde y Rawson asesoraron a Dardo Rocha cuando surgió la necesidad de crear la capital de la provincia de Buenos Aires.
La década del 80
La ciudad de La Plata surge como consecuencia de la primera gran transformación que sufriera la sociedad argentina, proceso que se inicia en el año 1880.
Comenzaba así en el país la búsqueda de los caminos que facilitaran su desarrollo, propiciando profundos cambios en su estructura económica, en su composición social, en su configuración territorial y en el ordenamiento constitucional, político y jurídico del Estado, siguiendo los lineamientos rectores de la Constitución Nacional.
En el año 1880 estalló un conflicto, con verdaderas connotaciones de guerra civil, entre las autoridades de la provincia de Buenos Aires, representadas por el gobernador Carlos Tejedor y el Poder Ejecutivo Nacional.
Tiene origen este conflicto en la decisión del Ejecutivo, de considerar al puerto principal como patrimonio de toda la nación, y no como una exclusividad de la provincia.
Esto dio origen a una larga lucha entre quienes defendían la autonomía de la provincia y quienes sostenían que la única solución era el establecimiento del gobierno federal en la portuaria ciudad de Buenos Aires. Esta contienda terminó con el triunfo del criterio nacional, que sustentaba el presidente Nicolás Avellaneda y la sanción en el Congreso de la Ley de Federalización de la ciudad de Buenos Aires, el 21 de septiembre de 1880.
El 7 de Octubre del mismo año el gobierno nacional solicitó al gobierno provincial la libre cesión de la ciudad de Buenos Aires.
La provincia dio su respuesta afirmativa el 4 de diciembre. El conflicto se vio así superado, y la provincia se quedó sin su capital.
Ante la necesidad de elegir una nueva sede para sus autoridades, el 4 de mayo de 1881 el gobernador Dardo Rocha dictó un decreto por el cual se designaba una comisión, que tendría a su cargo el estudio de las localidades provinciales, con el fin de establecer cuál de ellas resultaría más apropiada para fundar la nueva ciudad capital.
En este decreto se esbozaban los principios fundamentales que deberían servir de base al magno hecho, como así también las características más destacadas y a tener en cuenta del lugar a seleccionar. Dicho decreto establecía, entre otras cosas:
“Que los estudios que se practiquen no solo deben llevar el sello de la verdad más absoluta sino que deben ser hechos con sentimiento patriótico” –un verdadero ejemplo para los tiempos que vivimos-.
El nuevo gobierno
El 6 de mayo el gobierno decretó el llamado a concurso de los proyectos para construir las dependencias gubernamentales. Este decreto establecía con meridiana claridad que “Para que los edificios públicos tengan la solidez, la comodidad, las condiciones higiénicas y artísticas, conviene buscar el concurso del mayor número de personas competentes”.
El concurso contemplaba la construcción de los edificios destinados a Casa de Gobierno, Palacio de la Legislatura, Edificio Municipal, Escribanías (notarías) de Gobierno, Templo Católico, Departamento de Policía con sus anexos y dependencias, etc.
Con fecha 7 de mayo se dispuso que el Departamento de Ingenieros debía proyectar los planos necesarios para que la nueva ciudad estuviera a la altura de las ciudades modernas y para lo cual, se hacía necesario considerar las condiciones generales del país y las costumbres de la población, los medios financieros y el clima.
Se debía poner particular énfasis en la comodidad de los habitantes, considerando el mantenimiento de condiciones de higiene por medio de los últimos adelantos científicos en la materia, y la belleza de sus calles y plazas. Se incluirían las obras necesarias para mantener operaciones diarias de limpieza de las calles y recolección de residuos, así como también el abastecimiento de agua.
El mismo departamento debía ocuparse de establecer el presupuesto y el trazado de los planos correspondientes para los edificios destinados a Museo, Biblioteca y Archivo General de la Provincia, Consejo de Higiene y Vacuna, Departamento de Ingeniería, Ministerio de Gobierno y Hacienda, Observatorio Astronómico, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, Asilo de Huérfanos, Cementerio, Mercado de Abasto dotado de tablada y mataderos. También se contemplaría la realización de los proyectos de arquitectura para Departamento de Policía, Cárcel de Detenidos y Cuartel de Bomberos, sin embargo, estos últimos se incluyeron finalmente en el llamado internacional a concurso.
Las bases del mismo fueron traducidas a varios idiomas y se distribuyeron en América y Europa. Se recibieron veintisiete proyectos, provenientes del país y de Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra y Uruguay.
La comisión nombrada para estudiar y recomendar las posibles sedes presentó sus recomendaciones el 1 de octubre de 1881 y el 14 de marzo de 1882, el Dr. Dardo Rocha eligió a las lomas de Ensenada como el lugar más adecuado para construir la nueva capital de la provincia de Buenos Aires.
El 5 de junio de 1882 el Poder Ejecutivo aprobó el plano de la ciudad Capital, que fuera proyectado por el Departamento de Ingenieros, bajo la dirección de don Pedro Benoit.
En previsión de la gran demanda de mano de obra que estas construcciones demandarían, el Poder Ejecutivo comisionó a don Vicente Caetani para que se trasladara a Europa y contratase 1.000 obreros especializados adicionales. Se estableció para tal efecto un jornal máximo de 6 Francos y el pago del alojamiento para la estadía del primer mes. Asimismo, se determinó que aquellos trabajadores que vinieran acompañados de sus esposas, recibirían el 50% del costo del pasaje de estas.