Una búsqueda equivocada de la luz

El Mito del Rey Midas

 

El mito del Rey Midas, inmortalizado en la mitología griega, cuenta la historia de un rey cuya codicia lo llevó a pedir un deseo fatal: convertir en oro todo lo que tocara. A primera vista, la narrativa parece una advertencia simple sobre los peligros de la avaricia. Sin embargo, un análisis más profundo revela un simbolismo complejo que explora la naturaleza del deseo, el equilibrio entre lo material y lo espiritual, y las lecciones que deben guiar al buscador de la luz. Desde una perspectiva filosófica y masónica, el mito del Rey Midas resuena con enseñanzas sobre la moderación, la sabiduría y la trascendencia de lo efímero.

 

Una búsqueda equivocada de la luz 

Midas, rey de Frigia, es retratado como un hombre obsesionado con la riqueza y el poder material. Su deseo de convertir en oro todo lo que toca es concedido por el dios Dioniso, pero pronto se convierte en una maldición cuando su comida, bebida e incluso su hija son transformados en oro. Este desenlace trágico lleva a Midas a buscar la redención, lavando su deseo en el río Pactolo, que desde entonces arrastrará arenas doradas.

 

En la masonería, la búsqueda de la luz no es material, sino espiritual. Este contraste es clave para entender el mito como una advertencia: confundir el verdadero propósito de la existencia lleva a la destrucción, mientras que el equilibrio entre lo material y lo espiritual conduce a la iluminación.

 

Una reflexión filosófica 

 

El deseo insaciable de Midas por el oro simboliza la obsesión humana con lo material. Platón, en su obra “La República”, advierte sobre el poder corruptor de la riqueza cuando es perseguida sin moderación, una idea que encuentra eco en el mito. Según Platón, el alma humana tiene tres partes: la racional, la irascible y la apetitiva, y el dominio de esta última lleva al caos.

 

El materialismo desenfrenado

Desde una perspectiva masónica, la codicia de Midas representa el dominio de los impulsos inferiores sobre la razón y el espíritu. El deseo por el oro se convierte en una cárcel que limita la verdadera libertad del ser humano.  Esta lección se encuentra en la Cámara de Reflexión, donde el iniciado enfrenta símbolos que le recuerdan la inevitabilidad de la muerte y la futilidad de los bienes materiales.

 

La ausencia de armonía

La masonería busca el equilibrio entre las fuerzas opuestas. Midas carece de esta armonía, permitiendo que su pasión material lo consuma. Esto ilustra la necesidad de templar los deseos con la razón y el sentido del deber.  El compás, símbolo masónico, recuerda al iniciado la importancia de limitar sus deseos para mantener el equilibrio entre lo material y lo espiritual.

 

La verdadera riqueza está en la virtud 

 

El mito de Midas también invita a reflexionar sobre el propósito de la vida humana. Para los masones, la riqueza verdadera no reside en los bienes materiales, sino en la acumulación de virtudes y conocimiento.

 

El oro como símbolo ambiguo 

En la alquimia, el oro representa la perfección espiritual, no material. Midas, al perseguir un oro físico, se aleja de la verdadera iluminación.  La masonería enseña que el verdadero tesoro es el autoconocimiento. Como señala Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”.

 

El sacrificio por un bien mayor

 

Midas solo encuentra la redención al renunciar a su poder. Esto refleja un principio masónico central: el sacrificio personal en beneficio de los demás y la humanidad.  La fraternidad masónica enseña que la riqueza debe ser compartida y utilizada para promover el bienestar colectivo, no para satisfacer el egoísmo individual.

 

Purificación y transformación

El acto final del mito, en el que Midas se lava en el río Pactolo, simboliza la purificación y el retorno al equilibrio. En la masonería, este proceso es paralelo al trabajo en la piedra bruta, donde el iniciado busca perfeccionarse mediante el aprendizaje y el esfuerzo constante.

 

La purificación como paso necesario 

Para superar su obsesión material, Midas debe someterse a una transformación interna. En la masonería, esto se refleja en el camino del aprendiz, que comienza con la ignorancia y progresa hacia la luz.  El río Pactolo puede interpretarse como el agua simbólica que limpia al iniciado de sus imperfecciones y lo prepara para recibir más luz.

 

El simbolismo del agua en la masonería

El agua es un símbolo de renovación y renacimiento. Para Midas, representa la oportunidad de empezar de nuevo, liberándose de las cadenas del materialismo.  Este acto de purificación nos recuerda que nunca es demasiado tarde para cambiar y buscar un propósito más elevado.

 

El legado del mito en la actualidad 

 

En un mundo donde la búsqueda de riqueza y poder sigue dominando las aspiraciones humanas, el mito del Rey Midas es más relevante que nunca. La masonería, como tradición filosófica y espiritual, ofrece una perspectiva que contrasta con esta mentalidad, promoviendo la idea de que la verdadera grandeza reside en el servicio, la sabiduría y la virtud.

 

La avaricia en la sociedad moderna 

 

La obsesión por el éxito material y el consumismo desenfrenado son paralelos contemporáneos del deseo de Midas. La masonería aboga por una vida equilibrada, donde los logros materiales no eclipsen el desarrollo espiritual.

Midas aprende su lección demasiado tarde, pero su historia nos sirve como advertencia. El masón, como portador de luz, tiene el deber de actuar como ejemplo, demostrando que es posible vivir una vida basada en principios más elevados.

 

La verdadera luz masónica 

 

El mito del Rey Midas, interpretado desde una perspectiva masónica, es una poderosa lección sobre la naturaleza del deseo y el propósito de la vida humana. Nos enseña que el materialismo sin control conduce a la desdicha, mientras que la búsqueda de la virtud y el conocimiento nos acerca al ideal masónico de perfección.

 

Para el masón, el oro no es un fin en sí mismo, sino un símbolo del trabajo interno y la transformación espiritual. Así como Midas encontró la redención al purificarse en el río Pactolo, cada iniciado debe buscar su propia purificación, dejando atrás los deseos efímeros y abrazando la luz de la sabiduría y la verdad. Solo entonces podremos construir un templo digno del Gran Arquitecto del Universo, donde la verdadera riqueza reside en el corazón y la mente iluminados.