La muerte de un masón

 

“La ruptura de la cadena y el tránsito al Oriente Eterno”

Para el masón, la muerte no es vista como un fin absoluto, sino como un tránsito hacia una realidad trascendental conocida como el Oriente Eterno. Este concepto se encuentra profundamente imbuido de simbolismo y significado filosófico, espiritual y ritual, que trasciende las dimensiones físicas y apunta hacia una continuidad del ser en un plano superior.

La pérdida en el seno de la fraternidad

La masonería concibe la Logia como una cadena de unión fraternal, donde cada miembro es un eslabón indispensable. La pérdida de un hermano masón, representada como la ruptura de la cadena, es un momento de profunda reflexión y duelo dentro de la fraternidad. Este acto no solo simboliza la ausencia física del hermano, sino también un recordatorio de la fragilidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte.

La cadena de unión, que aparece de manera literal y figurativa en los trabajos masónicos, representa la solidaridad y el vínculo espiritual entre los hermanos. La ruptura de esta cadena por la muerte de un masón subraya que, aunque el vínculo físico pueda desaparecer, el lazo espiritual permanece intacto, conectando a los vivos con los que han pasado al Oriente Eterno.

El duelo masónico no se limita al dolor por la pérdida, sino que sirve como una oportunidad para reflexionar sobre la finitud de la vida y la importancia de vivir conforme a los principios de la Orden. En las ceremonias fúnebres, la Logia se reúne no solo para honrar al hermano fallecido, sino para reafirmar su compromiso con los valores de fraternidad, virtud y trascendencia.

El ideal de trascendencia

El Oriente Eterno es uno de los conceptos más profundos en la masonería, representando el lugar al que todos los masones aspiran llegar tras su muerte. Este “Oriente” no es un lugar geográfico, sino un estado simbólico de perfección espiritual y unión con el Gran Arquitecto del Universo.

En los trabajos masónicos, el Oriente es la fuente de la luz, tanto literal como metafóricamente. Representa el conocimiento, la sabiduría y la verdad. Al referirse al Oriente Eterno, la masonería alude a un estado donde el masón alcanza la iluminación completa y se une con lo divino.

La muerte es vista como un último grado iniciático, donde el masón abandona las limitaciones de la vida terrenal y se adentra en el misterio del cosmos. Este tránsito no es un fin, sino una continuación, una invitación a integrar plenamente las enseñanzas de la Orden en un nuevo plano de existencia.

En los rituales funerarios masónicos, se evocan imágenes del Oriente Eterno, como la estrella flamígera, que simboliza la guía divina, o el compás y la escuadra, que recuerdan que la vida debe ser vivida con virtud y equilibrio incluso en su conclusión. Estos símbolos son un recordatorio de que la muerte no es separación definitiva, sino un cambio de estado.

La lección iniciática de la muerte

La masonería, a través de sus enseñanzas, prepara al iniciado para enfrentar la muerte no con temor, sino con serenidad y aceptación. En este contexto, la muerte se convierte en un maestro que enseña la importancia de vivir plenamente y en concordancia con los principios masónicos.

El simbolismo masónico refuerza la creencia en la inmortalidad del alma. El masón, al trabajar en su piedra bruta, busca perfeccionarse para que su espíritu esté preparado para el Oriente Eterno.

 

La idea de la inmortalidad no solo consuela a los vivos, sino que también refuerza la responsabilidad del iniciado hacia su propio desarrollo moral y espiritual

Aunque la muerte es inevitable, el masón entiende que su impacto en el mundo puede trascender su existencia terrenal. Sus actos, enseñanzas y compromiso con los principios de la Orden forman parte de su legado, que permanece vivo en la memoria de sus hermanos y en las generaciones futuras.

En la masonería, “el arte de morir” se refiere a la preparación consciente para el final de la vida, entendiendo que cada acción y pensamiento forma parte de un proceso continuo de transformación. Este enfoque contrasta con las visiones modernas de la muerte, que suelen verla como algo que debe evitarse o temerse.

La fraternidad y el consuelo

Uno de los aspectos más significativos de la muerte de un masón es la solidaridad de la Logia. Los hermanos se unen para acompañar al difunto en su último viaje, asegurando que su memoria sea honrada y que sus ideales continúen vivos en la práctica de los demás. Los rituales funerarios no solo honran al fallecido, sino que también ofrecen consuelo a la familia y los hermanos. Estos rituales recuerdan que, aunque la muerte es un misterio, no es el final del vínculo fraternal. La Logia permanece como un círculo de apoyo, iluminado por la luz del Oriente Eterno.

El recuerdo del hermano fallecido se convierte en una fuente de inspiración para los vivos. Su vida y sus enseñanzas son recordadas como ejemplos de virtud y dedicación, motivando a los demás a continuar la obra que él dejó inconclusa.

La muerte de un masón, aunque dolorosa, es un momento de profunda enseñanza y reflexión dentro de la fraternidad. La ruptura de la cadena recuerda la fragilidad de la vida, mientras que el concepto del Oriente Eterno ofrece esperanza y sentido de continuidad. Para el masón, la muerte no es un fin, sino un tránsito hacia un estado superior de existencia, donde los valores de lo bueno, lo bello y lo verdadero encuentran su plenitud. A través de los rituales y símbolos, la masonería transforma el duelo en una oportunidad para reafirmar la vida y fortalecer la unión fraternal, manteniendo viva la luz que guía a los hombres hacia la trascendencia.

A un año de la partida a Oriente Eterno de nuestro Querido Hermano Gustavo Pulido “Bruto”