Una historia desconocida en la lucha contra las dictaduras latinoamericanas, entre los años treinta y finales de los cincuenta. La Legión del Caribe fue una alianza de políticos democráticos de varios países del continente que pertenecían a la francmasonería. Su cabeza política fue el costarricense José ‘Pepe’ Figueres.
Las recientes memorias del cubano Huber Matos revelan una interesante historia sobre la actividad de la masonería en su lucha contra las dictaduras en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo XX.
Matos, que participó del movimiento que derrocó al dictador Fulgencio Batista, junto a Fidel Castro, Ernesto ‘Che’ Guevara y Camilo Cienfuegos, era un masón activo durante la guerra de guerrillas desarrollada desde la Sierra Maestra en Cuba y en tal carácter le fue encomendada la misión de transportar armamentos, por medio de una avioneta, desde Costa Rica hasta la isla caribeña. Matos relata con lujo de detalles la operación que robusteció militarmente a la fuerza insurgente y permitió finalmente derrocar al sangriento dictador Batista.
Con posterioridad, Matos tuvo divergencias políticas con el gobierno de Fidel Castro, cuando este se adhirió al socialismo y unificó a las fuerzas revolucionarias en un nuevo Partido Comunista de Cuba entrando la isla a la compleja época de la Guerra Fría que enfrentaba a los Estados Unidos con la entonces Unión Soviética. Había una larga historia de agresiones norteamericanas contra la isla. Pero esa es otra historia, ya que lo que deseo relatar y reconstruir aquí es un capítulo poco conocido, sobre la historia real de las fuerzas democráticas y populares latinoamericanas en una época donde aparecían hegemónicas las dictaduras militares o de diverso tipo en todo el continente.
Esta historia esta relacionada con la ‘Legión del Caribe’, un movimiento desconocido por la historiografía y los historiadores, un conjunto de hechos e ideas que es necesario estudiar para que no se pierdan en los pliegues del devenir.
La ‘Legión del Caribe’ fue una organización creada por masones, cuya idea surgió en los años de la lucha contra el nazifascismo y sus expresiones latinoamericanas. Es probable, que el propio Matos sólo conociera una parte de la historia, la que le tocó vivir personalmente y que fue el traslado de armamentos desde Costa Rica hasta Cuba, porque en sus memorias no suministra más información y también es posible que bajo el secreto masónico no halla revelado ahora todos los aspectos de ese movimiento.
El contexto latinoamericano
El desarrollo político, social y económico de América latina estuvo signado en el siglo XX por la presencia de gobiernos autocráticos, dictaduras militares y oligárquicas que respondieron en general, a los grupos de poder de las distintas naciones y también a la intromisión de los Estados Unidos a través de la política del ‘Gran Garrote’ inaugurada por Teodoro ‘Teddy’ Roosevelt. También estuvo presente en América latina desde los años treinta hasta fines de los cuarenta la intromisión de las potencias nazifascistas que buscaron hacer pie en su expansión económico-financiera y política.
América latina o Indoamérica, heredó un fuerte implante de la España autocrática, imperial, antiliberal y antidemocrática. En España convivieron dos almas en los siglos XIX y XX y aún antes, la del absolutismo conservador y del ‘nacional-catolicismo’ autoritario con la España liberal, reformista, obrero-campesina, republicana y partidaria del progreso.
Herencia de aquella España absolutista fue el ‘caciquismo’, que tan bien describió el catalán Cambó. Un ‘caciquismo’ del cual se derivó en Latinoamérica el caudillismo, carismático, providencial, autoritario, que dio vida en muchos casos tanto al populismo reformista como a las formas de dictaduras civiles o militares.
La constante continental después de la Independencia, fue la constitución de gobiernos ‘fuertes’ en medio de revoluciones y golpes de Estado como lo fueron los gobiernos de Porfirio Díaz en México, Juan Manuel de Rosas en el Río de la Plata y Diego Portales en Chile. El camino por la constitución de repúblicas, por el desarrollo de democracias estuvo signado por la dominación de oligarquías latifundistas, como los ‘gamonales’ en el Perú o incipientes burguesías portuarias, ávidas de lucro pero atrasadas en lo técnico-económico e intermediarias del capital extranjero cuando no eran rebasadas por las luchas campesinas, indigenistas, obreras o de las masas negras y mulatas que se resistieron a la dominación y explotación.
La presencia del capitalismo inglés en el Río de la Plata, hasta 1945, y del imperialismo norteamericano desde finales de la Guerra de Secesión fue y es una constante en la historia de los pueblos indoamericanos. El escritor y periodista Gregorio Selser ha documentado en cuatro tomos la historia de las intervenciones norteamericanas, tanto militares como económicas y políticas, según la edición de esos libros que se acaban de publicar en México.
La historia de América latina es la de las luchas de resistencia a la dominación extranjera, en defensa de sus riquezas naturales, la justicia social y de los derechos humanos de sus poblaciones. La Conquista de América tuvo un alto costo para los pueblos originarios. Eduardo Galeano en ‘Las venas abiertas de América latina‘ calculó en millones y millones las víctimas del genocidio aborigen y su reemplazo poblacional por europeos. Esto sin contar con el ignominioso tráfico de esclavos africanos que sucumbieron en su mayoría en los traslados en barcos y balandras o por las penurias padecidas por la explotación en campos, minas, obrajes o en el régimen de la servidumbre.
No resulta extraño, entonces, que en el siglo XX, América latina haya padecido tantas dictaduras. Un ejemplo que vale para otras fue la del tirano Juan Vicente Gómez en Venezuela que gobernó cruelmente el país andino entre 1908 y 1935. Este general y político colgaba a sus opositores varones de los testículos en unos ganchos, según testimonió la obra titulada ‘La rebelión de los colgados’ que publicó en Buenos Aires la Editorial Claridad en los años treinta. Otro ejemplo fue el secuestro y asesinato del intelectual vasco Jesús de Galíndez por el tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Galíndez había escrito el libro ‘La era de Trujillo’ donde denunciaba los crímenes del dictador. Lo hizo secuestrar en Nueva York y fue llevado a la República Dominicana. Luego de ser fusilado el aviador, Trujillo asesinó mediante espeluznantes torturas a Galíndez, que colgado de una soga y roldana, desnudo y con la cabeza para abajo, fue sumergido vivo mientras lo golpeaba e insultaba en un fuentón de aceite hirviendo.
Demás está decir que muchas de estas dictaduras como la de Gómez en Venezuela, los Somoza, en Nicaragua o Batista en Cuba, estuvieron sostenidas por gobiernos e intereses económicos norteamericanos. ‘Teddy’ Roosevelt acuñó una famosa frase, con su habitual cinismo: “Gómez es un hijo de …, pero es nuestro hijo de …”. Otros primeros mandatarios norteamericanos la recordarían, especialmente con el caso de ‘Tacho’ Somoza.
En los años veinte, treinta y cuarenta, pululaban las dictaduras en toda América latina. En Perú los tiranos Leguía, Sánchez Cerro y Manuel Odría; Machado y Batista en Cuba; la dinastía Somoza en Nicaragua, Trujillo en la República Dominicana, Uriburu en Argentina, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Alfredo Stroessner en Paraguay, entre muchos otros. También se contaron gobiernos autoritarios de distinto tipo, algunos populistas y otros liberales como Gabriel Terra en el Uruguay, el primer gobierno de Getulio Vargas en el Brasil con su ‘Estado Novo’, Agustín P. Justo y Juan Domingo Perón, en Argentina; Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia; Carlos Ibáñez del Campo en Chile, Gualberto Villarroel, en Bolivia.
La Legión del Caribe
Dispuestos a cumplir con el principio del ‘tiranicidio’ que habían expuesto los jesuitas Mariana y Suárez, el propio Martín Lutero en sus escritos políticos y no pocos escritores y pensadores iluministas, como John Locke con su teoría del ‘derecho de resistir a la opresión’ y Juan Jacobo Rousseau, precursor de la teoría democrática, un grupo de políticos latinoamericanos en su mayoría venezolanos, miembros casi todos de la masonería democrático-liberal o provenientes de la izquierda -Rómulo Betancourt venía de la organización estudiantil ARDE- y del nacionalismo popular revolucionario -tal el caso de los apristas peruanos-, organizaron la Legión del Caribe.
La cabeza política de ese movimiento fue el masón José ‘Pepe’ Figueres que protagonizó la revolución de 1948 contra un régimen oligárquico que dominaba su patria, Costa Rica. Figueres disolvió al ejército para siempre y desde ese momento no hubo más golpes de estado en Costa Rica, consolidando una democracia de signo demoliberal.
En 1969, el político venezolano y masón Luis Beltrán Prieto Figueroa me relató a comienzos de septiembre de ese año algunos aspectos de lo que había sido la Legión del Caribe. Quien escribe estas líneas tenía veintiséis años y había sido enviado a Caracas por la Liga Argentina de Cultura Laica para participar del Coloquio Latinoamericano de Educación, organizado por la Liga Internacional de la Enseñanza, de la Educación y de la Cultura Popular, de París.
La ‘Legión’ estaba formada por Rómulo Betancourt, Jovito Villalba, Víctor Raúl Haya de la Torre, Manuel ‘Cachorro’ Seoane, el mencionado Prieto Figueroa, Juan Bosch y Figueres, entre otros dirigentes políticos de varios países latinoamericanos. La idea central de la ‘Legión’ era combatir las dictaduras y apoyar solidariamente a los que resistían y luchaban para derrocarlas.
En Guatemala, el dictador Carlos Castillo Armas había derrocado en 1954, con el apoyo norteamericano, al presidente Jacobo Arbenz otro masón compañero de los legionarios mencionados. También pertenecía a la masonería sin integrar la ‘Legión’, el representante ante la ONU por Guatemala, Guillermo Toriello, autor del célebre libro ‘Bajo la cortina del banano’, sobre la tragedia política guatemalteca. El apoyo a la Revolución Cubana y la participación de Figueres se debió a la actividad de la ‘Legión’ y tengo entendido que hubo otro envío de armas por mar, a los insurrectos de Sierra Maestra, aunque no puedo asegurarlo.
El atentado contra el presidente venezolano, Rómulo Betancourt, del que salió herido pero salvó su vida, fue organizado como respuesta, por el tirano Trujillo. El dictador de Santo Domingo sabía del apoyo que estaban recibiendo sus opositores políticos especialmente el Partido Revolucionario Dominicano de Juan Bosch.
Cuando la Legión del Caribe hacía tiempo que había dejado de funcionar, todavía Figueres mantuvo su compromiso con aquella política juramentada de lucha antidictatorial y apoyó con armas y brindando un campus para la ejercitación de los sandinistas, en 1979, lo que motivó que Anastacio Somoza (‘Tachito’, el hijo del homónimo) amenazara invadir Costa Rica. Antes que eso se produjera, el sandinismo derrocó ese año a la sangrienta dinastía.
El GOFA contra las dictaduras
La Argentina mantuvo relación con la ‘Legión del Caribe‘ a través del Gran Oriente Federal Argentino. El GOFA produjo a lo largo de su existencia entre 1935 y 1957 una activa participación en la lucha antifascista y contra las dictaduras latinoamericanas. Su sede en Sarmiento 1874, se transformó en un baluarte antifascista. Socorrió exiliados, ayudó a movimientos de rebeldía popular, combatió al clericalismo y los regímenes militaristas, defendió a la República Española y a los movimientos independentistas y democratizadores estableciendo una red masónica continental desde México a Tierra del Fuego. Obtuvo resultados desiguales pero apoyó la lucha de la Gran Logia Nacional de Puerto Rico que encabezaba la resistencia contra el neocolonialismo norteamericano. Esa masonería puertorriqueña estaba liderada por Pedro Albizu Campos. Para ello, el GOFA mantuvo estrecha colaboración con la revista masónica puertorriqueña: ‘Entre Columnas’.
El GOFA organizó la Oficina de Prensa al Servicio de la República; el Centro Republicano Español, en Buenos Aires, con varias filiales en el interior y alentó la actividad del Patronato Español de Ayuda a las Víctimas Antifascistas (PEAVA). El GOFA se fusionó en 1957 con la Gran Logia, reunificando a la masonería argentina.
El último acto de la ‘Legión’, pero por la vía del GOFA argentino, fue el intento de derrocar al dictador paraguayo Alfredo Stroessner. Para ello colaboró con los que resistían al régimen y contribuyó a armar a los paraguayos que pasaron de la Argentina a la tierra guaraní con esa intención. Ese papel lo jugaron el comerciante español Miguel Servera, cabeza visible de los gofistas; los paraguayos liberales Justo Prieto, Rodrigo Mesquita Vera y el coronel Eliseo Salinas; el colorado disidente Mario Mayorkin; el contador Cartes Duarte y el bioquímico Burgstaller. Militares argentinos antiperonistas contribuyeron en armar la insurrección contra la dictadura paraguaya.
Pero ocurrió un hecho político latinoamericano precipitante. El 1º de enero de 1959 entró triunfante a La Habana el Ejército Revolucionario encabezado por Fidel Castro y, para Washington, no fue un hecho menor. Era, para el imperialismo, el alerta de que América latina se movilizaba en la búsqueda de nuevas formas de política.
Entre los insurgentes paraguayos que penetraron la frontera desde la Argentina había militantes de los partidos Liberal, Revolucionario Febrerista, Colorado disidente y Comunista, además de algunos oficiales guaraníes y militantes católicos. Fue entonces que la CIA o el Departamento de Estado alertó al dictador Stroessner sobre los grupos insurgentes, los lugares por los que ingresarían y los esperaron.
Las fuerzas del ejército que respondían al dictador los emboscaron a casi todos, asesinándolos, uno por uno. Muchos de los cadáveres fueron arrojados al río, arrancados los corazones y ojos, castrados, mutilados. Aparecieron por decenas flotando por el río Paraná. Recuerdo muy bien los hechos porque a principios de 1960, exiliados paraguayos me entregaron fotografías de esos cadáveres que publicó el periódico socialista ‘Afirmación’ en el que me desempeñaba como reportero. Fue mi primera nota periodística, a los 17 años. Una o dos semanas después, el mismo juego de fotos de los mártires paraguayos fueron publicadas por el periódico ‘Propósitos’ que dirigía el escritor y dramaturgo Leónidas Barleta.
Esta es una historia casi desconocida que es también un ejemplo de la lucha titánica contra las dictaduras que han ensangrentado a la América latina y que oprimieron a las masas; dictaduras al servicio de intereses oligárquicos y de países extranjeros dominantes.
*Por Emilio J. Corbière