El desafío planteado por el título de esta nota es crucial para todo individuo que se adentra en la Masonería. En la etapa inicial, el neófito (nuevo miembro, donde “neo” significa nuevo y “fito” planta ó vida) se une a la organización masónica, asumiendo todos los beneficios y responsabilidades que implica pertenecer a una prestigiosa entidad. En ello consiste el primer trabajo del aprendiz masón.
En este contexto, la responsabilidad y los deberes se despliegan en un plano interior. Estar en la Masonería no garantiza automáticamente el desarrollo de la espiritualidad masónica en cada iniciado. Para lograr esta empresa, el miembro debe aprender a ser masón; de lo contrario, se limitará a estar en la Masonería, una opción no menos importante en cuanto a la trascendencia de los valores masónicos en la sociedad.
El primer trabajo del aprendiz masón
Ser iniciado en la Masonería significa formar parte activa de la organización como miembro de número y participar en sus planes. Representa una simpatía y convencimiento respecto a los valores masónicos, pero no necesariamente se traduce en una aplicación práctica en la vida cotidiana. Más bien, implica brindar apoyo a aquellos que se entregan a la realización del ser masón.
Convertirse en masón es un logro que requiere un compromiso consigo mismo, transformando todos los aspectos psicológicos hacia la visión universal ofrecida por la Masonería. Este camino, reservado para unos pocos debido a su grado de dificultad y entrega, conlleva un aumento de responsabilidades y la desaparición de las apariencias de los derechos a medida que el individuo evoluciona en su ser masón.
Aunque el camino pueda parecer extraño y desconocido, está abierto a todos los que ingresan a la Hermandad. Sin embargo, solo aquellos que se abren al significado de los símbolos logran traspasar el umbral iniciático. Para alcanzar este cometido, no se debe ambicionar grados ni cargos, ya que son simbólicos. Más bien, el adepto debe retirarse con frecuencia a su cuarto de reflexiones y concentrar la mente para consolidar el espíritu masónico.
La primera tarea para lograr este cometido es aprender el lenguaje masónico. El conocimiento en la Masonería se transmite mediante alegorías y símbolos para mantener la universalidad del contenido más allá de las barreras lingüísticas.
El símbolo y el conocimiento
El término “símbolo”, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se define como “representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con ésta por una convención socialmente aceptada”. El lenguaje de los símbolos es primitivo y moderno a la vez, requiriendo un conocimiento acumulativo de años de experiencia vivida.
La palabra “símbolo” es una ventana al deseo de conocimiento y cambio, que debe abrirse con sacrificio para lograr el perfeccionamiento moral, intelectual y físico del individuo y, por ende, de la sociedad. El lenguaje simbólico establece una relación convencional entre dos elementos: el “simbolizante”, la imagen perceptible, y el “simbolizado”, el elemento no perceptible, es decir, el significado.
El lenguaje de los símbolos es el más primitivo y, a la vez, el más moderno, naciendo en el meollo de la historia y requiriendo conocimiento acumulativo de años de experiencia vivida. Su aprendizaje es una tarea incesante que desafía la voluntad de aprender y afecta tanto lo cognitivo como lo emocional y lo conductual.
El significado del símbolo
Erich Fromm, en su libro “El lenguaje olvidado”, señala que el lenguaje simbólico es un medio para expresar experiencias internas, sentimientos y pensamientos como si fueran eventos del mundo exterior. Este lenguaje tiene una lógica diferente al idioma convencional, donde la intensidad y la asociación son dominantes en lugar del tiempo y el espacio.
El lenguaje simbólico es la expresión más universal para transmitir nociones y conceptos sobre valores constructivos para la humanidad, definiendo a la Masonería como una institución universal. El contenido de los símbolos no está determinado por un idioma específico, sino que constituye una lengua que transmite ideas más allá de las definiciones materiales.
A través del estudio del esoterismo, la significación oculta e invisible en los símbolos se vuelve visible y comprensible. Las vivencias esotéricas no son espontáneas ni inconscientes, requieren un acto de voluntad para ingresar a un ámbito donde los valores de la vida espiritual y material adquieren un significado distinto.
Las herramientas representadas en la imagen adjunta simbolizan los valores y las elevadas normas de conducta que deben vivir los masones. Cada individuo tiene la libertad de ubicar estos símbolos dentro de su propia escala de valores. Por lo tanto, ingresar en la Masonería no es suficiente para convertirse en masón; es necesario tomar estos símbolos y desarrollar con ellos una filosofía de vida significativa.