El Fracaso del Iniciado

“Reflexiones masónicas sobre el camino y la renuncia”

La senda masónica es, ante todo, un recorrido iniciático que invita al adepto a transformarse, a construir el templo interior y a trabajar en su perfeccionamiento espiritual y moral. Sin embargo, no todos los iniciados logran completar este camino. Algunos tropiezan, otros renuncian, y otros simplemente no encuentran resonancia con los ideales masónicos.

El significado del fracaso en la masonería

En masonería, el concepto de “fracaso” debe analizarse con detenimiento, ya que su interpretación difiere de la que encontramos en el mundo profano. El fracaso no implica necesariamente una falta o error irreparable; puede ser visto como un aprendizaje, una etapa intermedia en el proceso de perfeccionamiento personal.

El Primer Umbral

La iniciación masónica no es un acto, sino un proceso que se extiende a lo largo de la vida del iniciado. Según Oswald Wirth, “la verdadera iniciación no está en los rituales, sino en la transformación del hombre interior”. Desde esta óptica, el fracaso no radica en no alcanzar el grado más alto, sino en no aprovechar la oportunidad de transformación que ofrece el simbolismo y la enseñanza masónica.

Causas del abandono del camino

El abandono del camino puede ser causado por diversos factores, entre ellos: Las expectativas Incorrectas. Algunos ingresan a la Orden buscando beneficios materiales o sociales, expectativas que chocan con la verdadera naturaleza del trabajo masónico. La falta de Afinidad Espiritual. No todos están preparados para el trabajo introspectivo que exige la masonería. Dificultades en la Vida Profana. Problemas personales, profesionales o familiares pueden desviar al iniciado de su compromiso con la Orden. Conflictos en la Logia. Aunque rara vez se menciona, las disputas internas pueden influir en la decisión de abandonar.

La renuncia, un acto posible y reflexivo

Desde el punto de vista administrativo, cualquier iniciado puede renunciar formalmente a la masonería. Este acto, conocido como “profano por voluntad propia”, implica la desvinculación del iniciado de las obligaciones rituales y fraternales. Sin embargo, renunciar a la Orden no significa abandonar los principios que el iniciado haya aprendido.

El juramento masónico, realizado durante la iniciación, tiene un carácter profundamente simbólico y ético. Según Albert Pike, “el juramento no ata al cuerpo, sino al alma”. Si bien el iniciado puede renunciar a la pertenencia formal, no puede desconocer la transformación interior que la masonería haya sembrado en él.

Para aquellos que renuncian, el retorno a la profanidad puede ser percibido como un fracaso o como una etapa necesaria para retomar fuerzas. Algunos autores, como René Guénon, señalan que no todos los caminos iniciáticos son lineales y que las interrupciones pueden ser parte del proceso.

El fracaso como enseñanza

Oswald Wirth enfatiza que el fracaso es una herramienta de autoconocimiento. “No hay mayor enseñanza que la del error, pues es en el reconocimiento de nuestras fallas donde se encuentra la semilla del progreso”. Un iniciado que se desvía del camino puede, en última instancia, regresar fortalecido por las lecciones aprendidas.

Albert Mackey distingue entre el fracaso de la Orden y el fracaso del individuo. En su obra  “Enciclopedia de la Francmasonería”, señala que “la Orden no fracasa cuando un hermano se aparta, pues su misión no es garantizar el éxito de cada miembro, sino ofrecer las herramientas para que quien quiera pueda utilizarlas”.

Manly P. Hall, en “The Lost Keys of Freemasonry”, argumenta que el verdadero iniciado nunca abandona realmente el camino, incluso si deja la Orden.

“La iniciación, una vez comenzada, vive en el corazón del hombre; aunque renuncie, el iniciado lleva consigo las luces que ha encendido”

La masonería como camino individual

El fracaso del iniciado, entendido en el contexto masónico, no es más que un paso en el proceso de construcción del propio templo interior. La renuncia, aunque pueda parecer una desviación, no siempre implica una derrota definitiva. En palabras del maestro Hiram Abif, “la verdadera obra nunca se detiene, aunque sus obreros cambien”. Cada iniciado debe enfrentar sus propias pruebas, superar sus propias dudas y, en última instancia, decidir si continúa trabajando la piedra bruta o si abandona la obra.

“La masonería no juzga, sino que ilumina; no obliga, sino que guía. El fracaso no es el fin, sino la oportunidad de aprender y construir nuevamente.”