“Que se eduque”

Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado

La frase resuena poderosamente con los principios de igualdad y justicia social que la masonería ha defendido a lo largo de su historia. Esta afirmación, en su esencia, habla del derecho universal a la educación, de la importancia de garantizar igualdad de oportunidades, y de la lucha por una sociedad más justa y equitativa. Desde un análisis masónico, podemos descomponer esta cita para explorar su profunda conexión con los ideales masónicos de libertad, igualdad y fraternidad, así como su implicación en el desarrollo individual y colectivo de los seres humanos.

 

La educación como herramienta de emancipación y progreso

La masonería, a lo largo de su historia, ha tenido una relación cercana con el progreso del conocimiento y la educación. Uno de los principios más valorados en la tradición masónica es el de la búsqueda de la luz, que no es otra cosa que el conocimiento y la sabiduría. Para los masones, el conocimiento es el principal motor del progreso humano, y sin él, la libertad y la justicia son inalcanzables. La frase que estamos analizando resalta precisamente esta idea: la educación debe ser accesible para todos, sin importar su origen social, porque solo a través del conocimiento se puede garantizar la verdadera libertad y el verdadero progreso.

La masonería enseña que cada persona, independientemente de su clase social, tiene el potencial para contribuir al bienestar y al mejoramiento de la sociedad. Sin embargo, este potencial solo puede desarrollarse plenamente si todos tienen acceso a las mismas oportunidades educativas. Si la educación es un privilegio reservado para unos pocos, las estructuras de poder se perpetúan, y los menos favorecidos quedan atrapados en un ciclo de pobreza y exclusión. En cambio, cuando la educación es universal y accesible, se nivela el campo de juego, permitiendo que cada individuo alcance su máximo potencial y contribuya al bien común.

 

El principio de igualdad en la masonería

Uno de los principios fundacionales de la masonería es la igualdad, no solo ante la ley, sino también en términos de derechos fundamentales, entre los cuales la educación ocupa un lugar central. En la logia masónica, todos los hermanos son iguales, sin distinción de rango social, riqueza o procedencia. Este ideal de igualdad es crucial para entender la profunda resonancia de la frase “Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado”. La educación, desde la perspectiva masónica, no puede ser un lujo para unos pocos privilegiados; debe ser una herramienta universal que permita a todos desarrollarse plenamente y contribuir al bienestar de la humanidad.

La masonería también enseña que todos los seres humanos son “piedras brutas” que, a través del trabajo en sí mismos, pueden ser pulidos y perfeccionados. Este proceso de perfeccionamiento es, en gran medida, un proceso educativo. Cada persona tiene el derecho y la capacidad de mejorar, pero este derecho solo puede realizarse plenamente si se tiene acceso a la educación. Por lo tanto, la educación no solo es un derecho, sino una obligación moral de la sociedad hacia todos sus miembros.

 

La fraternidad y la solidaridad como valores educativos

El principio masónico de fraternidad también juega un papel importante en este análisis. La fraternidad masónica no solo se refiere al vínculo que une a los hermanos dentro de la logia, sino también a la solidaridad que debe existir entre todos los seres humanos. Educar a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado es un acto de fraternidad, una demostración de que la sociedad no puede avanzar si no avanza junta. La exclusión educativa de una parte de la población no solo es injusta, sino que también limita el progreso de la sociedad en su conjunto.

La fraternidad masónica implica un compromiso con el bienestar de los demás. Los masones creen en la construcción de un mundo más justo, en el que todas las personas tengan las mismas oportunidades para desarrollarse y prosperar. Este compromiso con la fraternidad se manifiesta en la lucha por la justicia social, de la cual la educación es uno de los pilares fundamentales. Si no existe una educación igualitaria, las diferencias de clase y las injusticias se perpetúan, y la fraternidad masónica se ve socavada.

 

La libertad como resultado de la educación

Otro de los valores fundamentales de la masonería es la libertad. Sin embargo, la masonería no concibe la libertad como un concepto abstracto, sino como algo que debe ser conquistado a través del conocimiento y el desarrollo personal. La libertad no es solo la ausencia de cadenas físicas, sino también la superación de las cadenas de la ignorancia, el prejuicio y la opresión.

La frase “Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado” nos recuerda que la educación es una condición indispensable para la libertad. No puede haber verdadera libertad si no hay igualdad de oportunidades, y la educación es la principal herramienta para garantizar esta igualdad. Para la masonería, la educación es el camino hacia la emancipación, tanto individual como colectiva. Un individuo educado es un individuo libre, capaz de pensar por sí mismo, de tomar decisiones informadas y de contribuir activamente a la construcción de una sociedad más justa.

El progreso social y la educación universal

La masonería ha estado históricamente vinculada al progreso social. Durante la Ilustración, muchos masones fueron promotores de la ciencia, la razón y la educación como medios para liberar a la humanidad de la opresión y el atraso. La frase que estamos analizando encarna precisamente este espíritu ilustrado: la educación universal no es solo una cuestión de justicia, sino también una necesidad para el progreso social.

Una sociedad en la que solo los privilegiados tienen acceso a la educación es una sociedad condenada a la desigualdad, la inestabilidad y el estancamiento. Por el contrario, una sociedad que garantiza el acceso universal a la educación es una sociedad más equitativa, más innovadora y más capaz de enfrentar los desafíos del futuro. Desde esta perspectiva, la frase nos recuerda que la educación no debe ser vista como un gasto, sino como una inversión en el futuro de la sociedad.

 

La masonería y la lucha por la justicia social

A lo largo de la historia, la masonería ha estado comprometida con la lucha por la justicia social. Los principios masónicos de libertad, igualdad y fraternidad no son solo ideales abstractos, sino que se traducen en acciones concretas para mejorar la vida de las personas. La frase “Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado” es, en esencia, un llamado a la justicia social. Es una afirmación de que todos los seres humanos tienen el mismo valor y deben tener las mismas oportunidades para desarrollarse plenamente.

La masonería reconoce que la educación es una de las principales herramientas para lograr la justicia social. Sin educación, las personas carecen de las herramientas necesarias para mejorar sus vidas, para participar activamente en la sociedad y para contribuir al bienestar común. Por lo tanto, garantizar el acceso universal a la educación es una de las principales formas en que la masonería puede contribuir a la construcción de un mundo más justo y equitativo.

 

la educación como derecho y deber

En resumen, la frase “Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado” refleja un ideal profundamente masónico: el derecho universal a la educación y la igualdad de oportunidades. Desde la perspectiva masónica, la educación no es solo un derecho, sino también una necesidad para el desarrollo personal y social.

Una sociedad que no garantiza el acceso universal a la educación es una sociedad que perpetúa la desigualdad y la injusticia. La masonería, con sus principios de libertad, igualdad y fraternidad, nos recuerda que todos los seres humanos tienen el mismo valor, y que la educación es la principal herramienta para garantizar que cada persona pueda alcanzar su máximo potencial. No podemos hablar de libertad si no garantizamos la educación para todos; no podemos hablar de igualdad si no eliminamos las barreras que impiden el acceso al conocimiento; no podemos hablar de fraternidad si no somos solidarios con aquellos que han sido privados de sus derechos.

En última instancia, la frase que hemos analizado nos invita a reflexionar sobre nuestro papel en la construcción de una sociedad más justa. Educar a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado es un acto de justicia, de fraternidad y de progreso. Es un recordatorio de que la verdadera libertad solo puede lograrse cuando todos tienen las mismas oportunidades para aprender, crecer y contribuir al bienestar común.