“Veo árboles de color verde,
también rosas rojas.
Las veo florecer,
para ti y para mí.
Y pienso para mí…
qué mundo tan maravilloso.
Veo cielos de color azul,
y nubes de color blanco.
El brillante bendecido día,
la oscura sagrada noche,
y pienso para mí…
qué mundo tan maravilloso.
Los colores del arco iris,
tan hermosos en el cielo,
están también en las caras de la gente que pasa.
Veo a amigos estrechándose las manos,
diciendo “¿qué tal estás?.
En realidad, están diciendo “te quiero”.
Oigo a niños llorar,
los veo crecer,
aprenderán mucho más
que lo que yo nunca sabré,
y pienso para mí…
qué mundo tan maravilloso.
Sí, pienso para mí…
qué mundo tan maravilloso”
La letra de la canción “Qué mundo tan maravilloso” (o “What a Wonderful World”), interpretada por Louis Armstrong, es una pieza musical que evoca una profunda apreciación por la belleza de la vida y del mundo. Este himno a la esperanza, la paz y el amor es un testimonio del poder de la contemplación y de la capacidad del ser humano para encontrar significado en lo simple y lo sublime. Desde un enfoque masónico, esta canción ofrece una plataforma para explorar temas como la fraternidad, la armonía entre los seres humanos y la importancia de la gratitud y la reflexión sobre el mundo que nos rodea.
Louis Armstrong, una de las figuras más icónicas del jazz, no fue miembro de la masonería. Sin embargo, el mensaje de su música, especialmente en “Qué mundo tan maravilloso”, está alineado con muchos de los valores y principios que la masonería| promueve, como el amor fraternal, la paz y la búsqueda de la belleza y la verdad en el mundo. Aunque no hay evidencia de que Armstrong fuera iniciado en una logia masónica, su legado musical y su vida reflejan un compromiso con la mejora de la condición humana, un ideal que resuena profundamente con los principios masónicos.
La contemplación del mundo: Belleza y trascendencia
En “Qué mundo tan maravilloso”, Armstrong nos invita a contemplar el mundo natural y las interacciones humanas con una mirada llena de asombro y gratitud. Las descripciones de los árboles verdes, las rosas rojas, los cielos azules y las nubes blancas son evocaciones de la belleza inherente de la naturaleza. Desde una perspectiva masónica, esta contemplación del mundo natural puede verse como una forma de reconocimiento de la obra del Gran Arquitecto del Universo. En la masonería, el Gran Arquitecto es un símbolo de la verdad, la perfección y la armonía que existe en la creación, y la contemplación de la naturaleza es un medio para conectarse con este principio trascendental.
El énfasis en la apreciación de la belleza en la naturaleza, tanto en la masonería como en la canción de Armstrong, puede interpretarse como un recordatorio de que el ser humano debe buscar el equilibrio y la armonía no solo en su vida interior, sino también en el mundo que lo rodea. En la tradición masónica, el mundo exterior es un reflejo del mundo interior, y la capacidad de encontrar belleza y armonía en la naturaleza es una señal de que uno ha alcanzado un grado de crecimiento y desarrollo espiritual.
La fraternidad humana: Amor y compasión
Uno de los momentos más conmovedores de la canción es cuando Armstrong describe cómo las personas se saludan en la calle, estrechando manos y diciendo “¿qué tal estás?”, pero lo que realmente están diciendo es “te quiero”. Esta idea de que el amor y la compasión son la esencia de las interacciones humanas es un tema central en la masonería. El amor fraternal, uno de los tres principios fundamentales de la masonería junto con la verdad y la caridad, implica que los masones deben tratar a todos los seres humanos como hermanos, con respeto, compasión y bondad.
El saludo entre amigos que describe Armstrong puede verse como una expresión de fraternidad, un valor fundamental en la masonería. Los masones, al reunirse en sus logias, se saludan como “hermanos”, simbolizando que dentro del templo masónico, no existen diferencias de clase, raza, religión o estatus social. Esta fraternidad universal que la masonería promueve es reflejada en la visión de Armstrong de un mundo en el que las personas se relacionan entre sí con amor y compasión, superando las divisiones que a menudo fragmentan la sociedad.
Los colores del arco iris: Unidad en la diversidad
Armstrong menciona “los colores del arco iris, tan hermosos en el cielo”, que también están en “las caras de la gente que pasa”. Esta metáfora es profundamente significativa desde una perspectiva filosófica y masónica. El arco iris, con sus múltiples colores que se fusionan en un solo espectro, es un símbolo de unidad en la diversidad.
En la masonería, se valora la idea de que, aunque los seres humanos son diferentes en muchos aspectos (cultura, etnia, religión), todos somos parte de una misma humanidad y estamos unidos por una esencia común.
El arco iris también puede interpretarse como un símbolo de esperanza y renovación. En la tradición judeocristiana, el arco iris aparece después del diluvio como una señal de la promesa de Dios de no destruir la Tierra nuevamente. En este contexto, Armstrong podría estar sugiriendo que, a pesar de las dificultades y los conflictos del mundo, siempre hay esperanza para un futuro mejor, una idea que resuena con el espíritu de mejora y renovación que caracteriza a la masonería.
El ciclo de la vida: Sabiduría y transmisión de conocimientos
En la última estrofa de la canción, Armstrong menciona a los niños que lloran y crecen, y cómo aprenderán mucho más de lo que él jamás sabrá. Esta reflexión sobre el ciclo de la vida y la transmisión de conocimientos de una generación a otra es un tema profundamente masónico. La masonería se basa en la idea de que el conocimiento y la sabiduría son legados que deben ser transmitidos de maestro a aprendiz, de generación en generación, para que la humanidad continúe su progreso hacia la iluminación y la verdad.
La referencia de Armstrong a los niños que aprenderán más de lo que él sabrá sugiere una humildad profunda, una conciencia de que el conocimiento es infinito y que cada generación tiene el potencial de superar a la anterior en su comprensión del mundo. En la masonería, este principio se refleja en la idea de que el aprendiz masón debe siempre estar dispuesto a aprender, y que el progreso espiritual y moral es un viaje que no tiene fin. Cada generación de masones construye sobre el trabajo de la anterior, en un esfuerzo continuo por alcanzar la perfección.
Louis Armstrong: Su legado de armonía y fraternidad
Aunque Louis Armstrong no fue miembro de la masonería, su vida y su obra musical reflejan muchos de los ideales que la masonería promueve. Armstrong fue una figura de unión y fraternidad en un tiempo de profundas divisiones raciales y sociales en los Estados Unidos. A través de su música, promovió la paz, el amor y la comprensión entre las personas, independientemente de su origen o etnia. Este compromiso con la fraternidad y la armonía es un legado que resuena profundamente con los principios masónicos.
La música de Armstrong, y especialmente “Qué mundo tan maravilloso”, invita a la humanidad a imaginar un mundo mejor, un mundo basado en la paz, la belleza y el amor fraternal. Aunque Armstrong no hay evidencias categoricas de su pertenencia a la masoneria, su mensaje es coherente con los ideales masónicos de construcción de un mundo más justo y fraterno, donde todos los seres humanos puedan vivir en armonía.
“Qué mundo tan maravilloso” de Louis Armstrong, al ser analizada desde una perspectiva filosófica y masónica, revela profundas conexiones con los principios fundamentales de la masonería: la contemplación de la belleza del mundo, la fraternidad humana, la unidad en la diversidad, y la importancia de la transmisión del conocimiento de una generación a otra. Armstrong, a través de su música, nos invita a reflexionar sobre la capacidad del ser humano para encontrar armonía y paz en el mundo que lo rodea, una visión que resuena con los ideales de la masonería.
Su vida y su legado están alineados con los principios masónicos de amor fraternal, paz y progreso. A través de su música, Armstrong dejó un legado de esperanza y armonía que sigue inspirando a generaciones, y su visión de un “Qué mundo tan maravilloso” continúa siendo un faro de inspiración para aquellos que buscan construir un mundo mejor, en consonancia con los ideales masónicos.