“Podrán quitarnos todo, excepto aquello que construimos en nuestro espíritu.”
La persecución de la masonería durante el régimen nazi es un tema poco explorado pero de gran relevancia tanto histórica como filosófica. Bajo el Tercer Reich, la masonería fue considerada un enemigo ideológico debido a su defensa de valores como la libertad, la fraternidad y la igualdad, los cuales contrastaban radicalmente con la doctrina nazi. A pesar de la represión, existen relatos y teorías que sugieren que, incluso en las condiciones extremas de los campos de concentración, algunos masones lograron mantener viva la práctica y los principios masónicos.
La Masonería bajo el Nazismo
Adolf Hitler y el Partido Nacional Socialista consideraban a la masonería una amenaza debido a su asociación con valores ilustrados y su carácter internacionalista. Según documentos oficiales del régimen nazi, los masones fueron acusados de conspirar contra el Estado alemán y se los vinculó, de manera infundada, con el comunismo y el judaísmo. En su libro “Mein Kampf”, Hitler se refiere a la masonería como un instrumento de manipulación judía.
Tras la llegada al poder en 1933, el régimen nazi clausuró logias masónicas, confiscó propiedades y persiguió a sus miembros. Se estima que entre 80.000 y 200.000 masones fueron víctimas de esta represión, muchos de ellos enviados a campos de concentración. Entre las logias más afectadas estuvieron aquellas de Alemania, Austria, Polonia y los Países Bajos.
¿Existieron logias masónicas en los campos de concentración?
La existencia de logias masónicas dentro de los campos de concentración es un tema que combina hechos históricos, testimonios personales y simbolismo masónico. Aunque no hay registros oficiales de logias organizadas formalmente, diversos testimonios y análisis masónicos sugieren que algunos masones lograron mantener vivas ciertas prácticas y rituales, adaptándolos a las condiciones extremas.
Existen menciones en la literatura masónica de reuniones clandestinas entre masones en campos como Dachau y Buchenwald. Estos encuentros no eran logias en el sentido formal, ya que carecían de la estructura ritualística tradicional, pero sí constituían reuniones donde se compartían palabras de reconocimiento, se discutían principios masónicos y se fortalecían los lazos fraternales.
Uno de los relatos más conocidos es el de Léon Nail, un masón francés sobreviviente del campo de concentración de Buchenwald, quien afirmó haber participado en reuniones secretas entre masones. Según Nail, estos encuentros tenían un doble propósito: mantener el espíritu masónico vivo y proporcionar apoyo moral en medio de la desesperación.
Simbolismo y evidencia
La flor de “No me olvides” (Myosotis sylvatica) ha sido vinculada al simbolismo masónico durante el período nazi. Este pequeño emblema habría sido utilizado por masones en lugar de los distintivos tradicionales, como el compás y la escuadra, para evitar ser identificados como miembros de la fraternidad. Sin embargo, su adopción como símbolo masónico en este contexto no está documentada de manera unánime, y algunos autores sugieren que su significado fue otorgado retrospectivamente, como un homenaje a los masones perseguidos.
En 1948, la Gran Logia de la Masonería Unida de Alemania adoptó oficialmente la flor de “No me olvides” como un emblema de recuerdo y resistencia. Este acto consolidó el simbolismo de la flor como un homenaje a los masones que sufrieron durante el nazismo, pero no necesariamente confirma su uso dentro de los campos de concentración.
Más allá de las logias clandestinas, muchos masones encarcelados vivieron los principios masónicos como una forma de resistencia espiritual. La práctica de la fraternidad, la reflexión filosófica y la solidaridad se convirtieron en actos de desafío frente a la deshumanización impuesta por el régimen nazi.
El Significado de la Resistencia
Desde la óptica masónica, la supervivencia de los ideales de la orden en condiciones extremas representa un triunfo del espíritu sobre la opresión. La masonería, que busca construir un “templo interior” basado en valores universales, encuentra en estos actos un ejemplo de la capacidad humana para preservar la dignidad y los principios incluso en las peores circunstancias.
La flor de “No me olvides” simboliza la memoria, la lealtad y la perseverancia. En el contexto masónico, recuerda a quienes mantuvieron los ideales de la fraternidad, incluso cuando hacerlo implicaba riesgo de muerte. Como señala el historiador masónico Alain Bernheim, este símbolo trasciende su uso histórico y se convierte en una metáfora de la resistencia contra la tiranía. Autores como Albert Pike y René Guénon han destacado que la masonería no se define por sus rituales externos, sino por su esencia espiritual. En los campos de concentración, donde los rituales formales eran imposibles, los masones demostraron que los valores de la orden podían sobrevivir en la introspección, el apoyo mutuo y la afirmación de la humanidad frente a la barbarie.
¿Leyenda o Realidad?
Aunque no existen pruebas concluyentes de logias formalmente establecidas dentro de los campos de concentración, los testimonios de reuniones clandestinas y el simbolismo adoptado por la masonería posterior sugieren que los principios masónicos sobrevivieron a la represión nazi.
La flor de “No me olvides”, ya sea como emblema histórico o simbólico, representa un recordatorio de la resistencia moral frente a la tiranía. Para los masones, esta historia reafirma que los valores de libertad, igualdad y fraternidad no pueden ser destruidos por ningún régimen opresor, pues residen en lo más profundo del ser humano.