El 20 de julio de 1969, mientras miraba por televisión la llegada del hombre a la Luna, se prometió a sí mismo que ese sería para siempre el Día del Amigo. Antes de que el Apolo 11 regresara a la Tierra, desde su consultorio de Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, donde vivía entonces, envió mil cartas a cien países y, a vuelta de correo con 700 respuestas, había quedado fundado el Día del Amigo.
A las 16.18 hora argentina, de aquel 20 de julio de 1969, alunizó el módulo de la nave Apolo. A las 22.56 al apoyar por primera vez su pie en la Luna, Neil Armstrong afirmó: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
Veinte minutos más tarde, Edwin E. “Buzz” Aldrin, (Logia Clear Lake N° 1417, Seabrook, Texas) un coronel de la Fuerza Aérea, de 39 años, se deslizó por la escotilla del “Águila” y descendió también cautelosamente por la vía que había seguido su compañero hasta unirse a él en el Mar de la Tranquilidad. Así iniciaba la exploración del primer cuerpo celeste extraterrestre alcanzado por el hombre.
Un Pequeño Paso para el Hombre, un Gran Paso para la Humanidad
Cuando se dio entonces “un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”, Enrique Ernesto Febbraro consideró que había madurado su idea de dedicarle un día al amigo. “Escuché que el alunizaje del módulo era un gesto de amistad, desde la humanidad hacia el universo. ¡Ya está, es el día elegido!, dije.
Para el Dr. Febbraro, con el día del alunizaje se amplió el horizonte, conquista esta de la humanidad toda, con la consiguiente posibilidad de estrechar nuevos lazos de amistad.
El día internacional del amigo tiene origen en Argentina, y se lo debemos a Enrique Ernesto Febbraro, profesor de sicología, filosofía, historia, músico y odontólogo. Socio fundador del Rotary Club de San Cristóbal de Buenos Aires, barrio en donde nació por el año 1924 y en el que vive actualmente. Además, es socio fundador y ahora activo del Rotary Club de Once, de dicha ciudad.
Enrique Ernesto Febbraro: Forjando la Celebración de la Amistad
Los consejos válidos para Febbraro son aquellos que “ayudan a conservar y mejorar la amistad y en el deber humano de tener amigos, empezando uno mismo por ser amigo”, señala.
De su experiencia saca un listado para conservar la amistad:
• Un amigo no aconseja, se mete en el problema, y ayuda al otro.
• Mi amigo es mi maestro, mi discípulo y mi condiscípulo.
• Hace falta callar, aunque se tenga razón, porque dos no pelean si uno no quiere.
• No hacer o decir nada que lastime u ofenda al otro.
• Acompañar siempre: en la soledad, el dolor o la alegría.
• Aceptar a las personas como son y querer hasta en el mínimo detalle, sin esperar recompensa.
• Olvidar los propios problemas y escuchar con oído y corazón de amigos.
A su juicio, los sacramentos de la amistad son: simpatía, ternura, respeto, reciprocidad, lealtad, comprensión, desinterés, solidaridad, perseverancia y alegría.
El Legado de Enrique Ernesto Febbraro: Trascendiendo Fronteras
La palabra amigo (del latin “amicus”) podría derivar del verbo “amore” (amar) o bien de “animi” (alma) y “custos” (custodia); en este caso, significaría “el guarda alma”. Pero hay quien dice que proviene del griego “a” (sin) y “ego” (yo) y que equivaldría a “sin yo”, es decir, “sin ego”.
Una tercera opinión sostiene que “mor” en latín es muerte y que amor sería la negación de la muerte; pero como “a” en latín no es una negación a la manera griega, sino que significa “de” o “desde”, visto así, sería “de la muerte” o “desde la muerte”.
Más allá de las disquisiciones etimológicas, un proverbio turco previene que “el que busca un amigo sin defectos se queda sin amigos”; en tanto que para el refranero español “la casualidad nos hace hermanos pero el corazón nos hace amigos”.
Reflexiones sobre la Amistad: Sabiduría de Grandes Pensadores
El ensayista Elbert Hubbard escribió con certeza que “un amigo es una persona que lo sabe todo de ti y que a pesar de ello te quiere”; y el filósofo Francis Bacon consideró que “la amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”.
Rabindranath Tagore decía: “La verdadera amistad es como la fosforescencia: resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”; y Francisco de Quevedo sentenciaba: “El buen amigo debe ser como la sangre que acude a la herida sin esperar que la llamen”.
“Los amigos no se hacen al paso, se cultivan; de manera que es preciso desconfiar, tanto de quienes los tienen a montones, como de quienes los pierden con facilidad. Por eso, un refrán advierte: “El corazón de un hombre se mide por la antigüedad de sus amigos”; otro agrega: “No hay mejor espejo que el amigo viejo”; un tercero previene: “Fíngete en gran peligro y sabrás si tienes amigos”; y un cuarto recuerda: “Quien no buscó amigos en la alegría, en la desgracia no los pida.”
Por último, a quien le toque renegar del “amigo que come lo mío conmigo y lo suyo consigo”, que sepa que “el mal tiempo trae bienes consigo: huyen las moscas y los falsos amigos.”
Promoviendo la Celebración de la Amistad
Febbraro visitó organismos nacionales, gubernamentales, municipales, políticos, personas notables y amigos para que adoptaran la idea y luego la difundieran en sus áreas de influencia. Y al cabo de una década, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires le dio marco legal a la celebración, por Decreto 235/79; y con el tiempo, la fiesta se extendió a Latinoamérica, donde, bien se sabe, “un amigo vale más que cien parientes”. No en vano, Aristóteles sostenía que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”.
En su “Ética a Nicómaco” -libro que dedicó a su hijo- lo prevenía de la insensatez de pretender ser feliz sin amigos. “Los amigos se necesitan en la prosperidad y en el infortunio -dijo- pues el desgraciado necesita bienhechores, y el afortunado personas a quienes hacer bien. Es absurdo hacer dichoso al hombre solitario, porque nadie querría poseer todas las cosas a condición de estar solo. Por tanto, el hombre feliz necesita amigos”.
Enrique enviudó dos veces de mujeres que empezaron siendo sus amigas y le dejaron lo que él llama su tesoro: dos hijos y cuatro nietos. Su iniciativa tuvo éxito, ya que cada 20 de julio, en muchos países, los amigos esperan reunirse y dedican un día a la Amistad. Pero es importante recordar que la Amistad es vivida cotidianamente, durante los 365 días del año. Dicha cotidianeidad es expresada claramente por Cunninghan: “Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y esperan a oír la contestación”.
Homenaje a un Visionario
Hoy se celebra en unos cien países y está en la agenda del corazón de los argentinos.
Al celebrar el Día del Amigo honramos a su creador, el doctor Enrique Febbraro, ilustre personalidad que dedicó su vida a promover y realizar fundamentales obras de solidaridad, cultura y altos ideales de progreso.
Al servicio de la creación del “Día del Amigo”, el 20 de julio, “hice enormes inversiones de tiempo, esfuerzo y dinero, para que la gente conozca mis cantos de vida y esperanza”.
Su curriculum incluye más de veinte páginas donde se informa de premios, distinciones y reconocimiento de todas partes del mundo y candidato dos veces al premio Nobel de la Paz.
Pero la realidad señala que la creación de estos días memorables, que honran a la amistad, la llevó a cabo Febbraro solo, poniendo al servicio del ideal su tiempo y sus bienes. Saludamos con profundo afecto y veneración a este gran argentino, que bien merece ser ejemplo de honestidad, ética y virtuosa vida.