“¿Dios creó al hombre a Su imagen, o el hombre creó a Dios y al Diablo como proyecciones de sí mismo?”
El interrogante sobre si Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, o si el hombre, en su afán de trascendencia y autocomprensión, creó a Dios y al Diablo como representaciones de sus aspiraciones y contradicciones, no es nueva. Es una reflexión que atraviesa el pensamiento religioso, filosófico y simbólico desde tiempos inmemoriales.
La creación según las tradiciones religiosas
El relato judeocristiano sostiene que Dios creó al hombre “a su imagen y semejanza” Génesis 1:26-27, confiriéndole una posición privilegiada en la creación. Esta afirmación ha sido interpretada de múltiples maneras: como una semejanza física, espiritual o moral. Sin embargo, esta visión ha sido cuestionada por filósofos y teólogos, quienes argumentan que la “imagen” podría ser una construcción simbólica más que literal.
El hombre como creador de dios y del diablo
El hombre, en su búsqueda de sentido, puede haber proyectado sus virtudes y defectos en las figuras de Dios y el Diablo. Dios sería entonces la aspiración a la perfección, la bondad y la omnipotencia, mientras que el Diablo representaría sus temores, pasiones y contradicciones internas.
Como señala Mircea Eliade, “los dioses y los demonios no son más que manifestaciones de la experiencia humana frente al misterio de la existencia”. En esta línea, el hombre no solo es receptor de lo divino, sino también su creador simbólico.
El simbolismo de dios y el diablo
En el ámbito masónico, la figura de Dios es representada como el Gran Arquitecto del Universo, un principio ordenador que trasciende las interpretaciones religiosas específicas. Este concepto no busca imponer dogmas, sino estimular la reflexión sobre el orden, la razón y la moralidad en el universo.
Por otro lado, el Diablo, aunque menos presente en el simbolismo masónico, puede interpretarse como el desorden, el egoísmo y la ignorancia que el iniciado debe superar en su viaje hacia la perfección.
La dualidad como motor del progreso
La masonería reconoce la dualidad inherente en el ser humano: luz y oscuridad, virtud y defecto, conocimiento e ignorancia. Esta dualidad no se contempla como oposición irreconciliable, sino como una fuerza dinámica que impulsa el perfeccionamiento personal. En palabras de Manly P. Hall:
“El hombre lleva dentro de sí tanto al creador como al destructor; la clave está en cuál de estos aspectos alimenta”
Baruch Spinoza sostenía que Dios no es un ser antropomórfico, sino la sustancia única de la que todo deriva. En su visión, el hombre no es creado “a imagen y semejanza” de Dios en un sentido literal, sino que participa de la misma esencia divina. Esta perspectiva elimina la separación entre creador y creación, sugiriendo que el hombre y Dios son manifestaciones de un mismo principio universal.
Ludwig Feuerbach argumentó que Dios es una proyección de las cualidades ideales del ser humano. Según él, el hombre atribuye a Dios todo aquello que aspira a ser: perfecto, eterno y omnipotente. Al mismo tiempo, crea al Diablo como un reflejo de sus miedos y defectos más profundos.
Carl Gustav Jung, desde la psicología analítica, interpretó a Dios y al Diablo como arquetipos del inconsciente colectivo. Dios representa la totalidad, la luz y la unidad, mientras que el Diablo encarna la “sombra”, los aspectos reprimidos y no reconocidos de la psique humana. Para Jung, el equilibrio entre estas dos fuerzas es esencial para el desarrollo espiritual y psicológico.
Joseph Campbell, en su estudio de los mitos, señala que las figuras de Dios y el Diablo son expresiones simbólicas de las luchas internas del ser humano. El hombre, en su camino hacia la autocomprensión, externaliza estas fuerzas en narrativas mitológicas que le permitan enfrentarlas y trascenderlas.
¿Quién Es el Verdadero Creador?
La masonería, con su énfasis en la búsqueda de la verdad, invita a los iniciados a reflexionar sobre esta cuestión sin imponer respuestas definitivas. El simbolismo masónico sugiere que el hombre es tanto creador como creación, constructor de su destino y reflejo de un orden universal mayor.
En el simbolismo masónico, la piedra bruta representa al hombre en su estado inicial, lleno de imperfecciones y potencialidades. A medida que trabaja sobre sí mismo, el iniciado descubre que lo divino no está fuera de él, sino dentro, en su capacidad de crear, transformar y trascender.
El concepto masónico del Gran Arquitecto no define a Dios como una figura antropomórfica, sino como un principio de orden y perfección al que el iniciado aspira. En este sentido, la masonería no responde si Dios creó al hombre o viceversa, sino que plantea que el acto de creación es mutuo y continuo.
Dios, el Hombre y el Diablo como Espejos Simbólicos
La pregunta de si Dios creó al hombre o el hombre creó a Dios y al Diablo es, en última instancia, una reflexión sobre la naturaleza del ser humano y su relación con lo trascendente. Tanto en la masonería como en las grandes tradiciones simbólicas, esta dualidad se contempla no como una contradicción, sino como un motor para el autoconocimiento y la superación.
“El hombre, como aprendiz eterno, esculpe su propia divinidad y enfrenta sus sombras en el templo de la existencia. Dios y el Diablo no están fuera de él, sino en el interior de su ser, reflejados en el trabajo de sus manos y en la luz de su conciencia.”