Historia de masones, Manuel Acuña

“¡Pues bien! yo necesito

decirte que te adoro

decirte que te quiero

con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro,

que es mucho lo que lloro,

que ya no puedo tanto

al grito que te imploro,

te imploro y te hablo en nombre

de mi última ilusión.”

 

Fragmento de “Nocturno a Rosario

 

 

Manuel Acuña es una figura emblemática de la literatura mexicana del siglo XIX, conocido por su profunda sensibilidad romántica y por la tragedia que marcó su vida y su obra. Poeta y dramaturgo, Acuña fue también un miembro de la masonería, cuya influencia se refleja en su pensamiento y en su obra.

 

Manuel Acuña Narro nació el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila, en el seno de una familia modesta. Desde joven, mostró un gran talento para la literatura, lo que le llevó a estudiar en el Colegio Josefino de Saltillo, donde recibió una formación básica en humanidades. Más tarde, se trasladó a la Ciudad de México para continuar sus estudios, inicialmente en medicina, aunque su verdadera pasión siempre fue la literatura.

 

En la capital, Acuña se integró en los círculos literarios e intelectuales de la época, donde conoció a otros escritores y poetas, como Ignacio Manuel Altamirano y Vicente Riva Palacio, quienes lo animaron a seguir cultivando su talento poético. A pesar de sus inclinaciones literarias, Acuña continuó sus estudios de medicina, buscando en la ciencia una forma de reconciliarse con la dura realidad de la vida, que contrastaba con su naturaleza romántica y melancólica.

 

El 6 de diciembre de 1873, a la edad de 24 años, Manuel Acuña se quitó la vida, dejando tras de sí un legado literario que ha perdurado a lo largo del tiempo. La causa exacta de su suicidio ha sido objeto de especulación, pero muchos estudiosos lo atribuyen a un desamor, específicamente a su relación con Rosario de la Peña, quien ha pasado a la historia como la musa de su famoso poema “Nocturno a Rosario”.

 

Manuel Acuña vivió en un periodo de grandes cambios políticos y sociales en México. La Guerra de Reforma (1857-1861), la intervención francesa (1861-1867), y el establecimiento del Segundo Imperio Mexicano bajo el emperador Maximiliano de Habsburgo fueron eventos que marcaron profundamente al país durante su juventud. Estas luchas internas y externas por la definición de la identidad nacional y la soberanía tuvieron un impacto significativo en la cultura y el pensamiento de la época.

 

El triunfo de la República en 1867, bajo el liderazgo de Benito Juárez, marcó el inicio de un periodo de reconstrucción y consolidación del Estado mexicano. En este contexto, la literatura mexicana comenzó a florecer, con el romanticismo como el movimiento literario dominante. El romanticismo, con su énfasis en los sentimientos, la naturaleza, el individualismo, y la exaltación del amor, encontró en Manuel Acuña a uno de sus más fervientes exponentes en México.

 

La masonería también jugó un papel importante en la vida intelectual y política del México del siglo XIX. Muchos de los líderes políticos e intelectuales de la época, incluidos Benito Juárez, Ignacio Manuel Altamirano, y Vicente Riva Palacio, eran masones. La masonería ofrecía un espacio para la reflexión filosófica, la defensa de los ideales liberales, y la promoción de la educación y la cultura, todos ellos valores que influyeron en la obra de Acuña.

 

La obra de Manuel Acuña se caracteriza por su intenso lirismo y su tono melancólico, propio del romanticismo. Aunque su carrera literaria fue breve, su obra dejó una marca indeleble en la poesía mexicana. Entre sus poemas más conocidos se encuentran “Nocturno a Rosario”, “Ante un cadáver”, y “La risa de las violetas”.

 

 

 

 

Nocturno a Rosario

 

Es  quizás el poema más famoso de Acuña, y es considerado una de las joyas de la poesía romántica mexicana. Escrito en verso libre, el poema es una confesión íntima de amor desesperado y de dolor ante la imposibilidad de alcanzar la felicidad con la amada.

 

La musicalidad del poema, su lenguaje emotivo, y la intensidad de los sentimientos expresados han hecho de este poema un clásico de la literatura mexicana.

 

El poema se caracteriza por un tono melancólico y una profunda tristeza que reflejan el estado de ánimo de Acuña en el momento de escribirlo. El amor no correspondido y la desesperanza que siente el poeta se convierten en el eje central de la obra, mostrando el sufrimiento de un alma sensible que no puede encontrar consuelo. La idealización de la figura de Rosario y la confrontación con la realidad dolorosa son elementos típicos del romanticismo, que Acuña maneja con maestría.

 

 

 

 

Ante un cadáver

 

Otro poema destacado de Acuña es una reflexión sobre la muerte y la insignificancia de la vida humana ante la eternidad. Este poema muestra el interés de Acuña por la ciencia y la filosofía, combinando una visión casi nihilista con un profundo sentido del misterio de la existencia. La influencia de su formación médica es evidente en la descripción del cuerpo inerte y en la meditación sobre el destino final de todos los seres humanos.

 

El poema es una meditación sobre la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. La imagen del cadáver, que antes fue un ser humano lleno de vida, sirve como recordatorio de la transitoriedad de la existencia y la inutilidad de los placeres mundanos. Este poema también puede interpretarse como una expresión de la lucha interna de Acuña entre su pasión por la vida y su inclinación hacia la melancolía y el pesimismo.

 

 

 

 

La risa de las violetas

 

Un poema más ligero en tono, en el que Acuña explora la belleza de la naturaleza y la alegría simple que se puede encontrar en las pequeñas cosas. Aunque menos conocido que sus otras obras, este poema demuestra la versatilidad de Acuña como poeta y su capacidad para captar tanto la belleza como la tristeza de la vida.

 

 

 

Iniciación en la masonería

 

Manuel Acuña fue iniciado en la masonería en 1868 en la Ciudad de México, en la logia “Independencia número 1”. La masonería, con sus principios de libertad, igualdad, y fraternidad, resonó con los ideales liberales que Acuña defendía y que se reflejan en su obra. Aunque su vida masónica no fue larga debido a su muerte prematura, Acuña participó activamente en las actividades de la logia y mantuvo una estrecha relación con otros masones destacados de la época.

 

La masonería influyó en su pensamiento y en su poesía, especialmente en su visión del mundo y en su enfoque hacia los temas de la muerte, el amor, y la libertad. La fraternidad masónica también proporcionó a Acuña un círculo de amigos y colegas que compartían sus inquietudes intelectuales y artísticas, lo que enriqueció su obra y su vida personal.

 

Legado

 

A pesar de su breve vida, Manuel Acuña dejó un legado duradero en la literatura mexicana. Su poesía, marcada por su sensibilidad romántica y su profunda melancolía, sigue siendo leída y apreciada por generaciones de lectores. Su obra refleja no solo los sentimientos personales de Acuña, sino también el espíritu de una época de grandes cambios y desafíos en México.

 

En el ámbito masónico, Acuña es recordado como un hermano comprometido con los ideales de la fraternidad y la búsqueda del conocimiento. Su obra poética, aunque no abiertamente masónica, incorpora muchos de los valores y principios que son fundamentales en la masonería.

 

La tragedia de su vida, simbolizada por su suicidio a una edad tan joven, ha contribuido a la mitificación de su figura como un poeta maldito, un alma atormentada por sus propios demonios internos. Sin embargo, más allá de esta imagen romántica, el verdadero legado de Manuel Acuña radica en la universalidad de sus temas y en la belleza de su lenguaje poético, que continúa conmoviendo a quienes lo leen.

 

Manuel Acuña fue un poeta y dramaturgo que, a pesar de su corta vida, logró dejar una huella profunda en la literatura mexicana. Su obra, marcada por la melancolía y el lirismo romántico, refleja tanto sus luchas internas como el contexto histórico de su época. Como masón, Acuña encontró en la fraternidad un espacio para la reflexión y el crecimiento personal, y su legado perdura tanto en el ámbito literario como en el masónico.

 

Acuña sigue siendo una figura clave para comprender el romanticismo en México y para apreciar la riqueza de la poesía mexicana del siglo XIX. Su vida, trágicamente breve, nos recuerda la fragilidad de la existencia humana, mientras que su obra nos ofrece un testimonio eterno de la capacidad del arte para trascender el tiempo y el espacio.