Génesis 1:3

“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”

 

El pasaje bíblico (Génesis 1:3) resuena como una de las afirmaciones más potentes y significativas en la historia del pensamiento humano. Desde una visión masónica, esta declaración trasciende su contexto religioso, invitando a reflexionar sobre la creación, el poder de la palabra, y el simbolismo de la luz como principio esencial de la búsqueda del conocimiento y la verdad. Este versículo, en su aparente sencillez, encierra lecciones profundas sobre el origen de la existencia, la dualidad entre luz y oscuridad, y la aspiración humana por alcanzar la perfección espiritual y moral.

El simbolismo masónico de la luz 

En la tradición masónica, la luz ocupa un lugar central como símbolo de sabiduría, conocimiento y verdad. La iniciación masónica es, de hecho, un tránsito de la oscuridad hacia la luz, reflejando el proceso de iluminación interior que todo ser humano debe experimentar para trascender la ignorancia.

La luz como principio creador

El acto de “decir” y “hacer” la luz no es solo una acción divina, sino un recordatorio del poder creativo del verbo, de la palabra como herramienta para construir realidades. Para los masones, el uso consciente y ético de la palabra es fundamental en el trabajo del taller y en la vida diaria.

En este contexto, la luz simboliza el inicio de un orden cósmico, una estructura que da sentido al caos primigenio. Cada iniciado masón, como un microcosmos, también debe ordenar su interior, moldeando su piedra bruta hasta convertirla en un bloque perfecto para la construcción del templo universal.

La dualidad de la luz y la oscuridad

La luz no existe sin la oscuridad; su significado depende de la existencia de su opuesto. Esta dualidad refleja las enseñanzas masónicas sobre el equilibrio necesario entre las fuerzas opuestas de la naturaleza y de la vida humana.

El aprendiz masón, al pasar de la oscuridad de la ignorancia a la luz del conocimiento, comprende que la oscuridad no es un enemigo, sino una condición previa para la iluminación. Sin el vacío inicial, no habría creación; sin ignorancia, no habría aprendizaje.

La luz como símbolo de transformación

La frase “Sea la luz” también puede entenderse como un llamado a la transformación, a convertir la potencialidad en acto, el caos en orden, la ignorancia en sabiduría. Este proceso es el núcleo de la práctica masónica, que busca perfeccionar al individuo para que, a su vez, contribuya a la mejora de la humanidad.

El proceso iniciático 

La luz otorgada al aprendiz no es simplemente la capacidad de ver, sino la invitación a una búsqueda constante de significado. Este proceso no termina con la ceremonia de iniciación; es un viaje perpetuo hacia mayores niveles de comprensión y autoconocimiento.

Este acto de “hacer la luz” en la vida del iniciado es un reflejo del acto divino. Así como Dios crea la luz para dar forma al universo, el masón debe crear luz en su interior para dar forma a su carácter y su propósito.

La luz como responsabilidad 

En la masonería, recibir la luz también implica una responsabilidad: compartirla y utilizarla para el bien común. Como portadores de luz, los masones están llamados a ser ejemplos en la sociedad, irradiando principios de justicia, equidad y fraternidad.

Este principio encuentra eco en el concepto bíblico de que la luz debe colocarse en un lugar donde ilumine, no ocultarse bajo un celemín. De igual manera, la luz masónica no es para el beneficio egoísta, sino para iluminar el camino de otros.

La luz y el Gran Arquitecto del Universo

Desde una perspectiva masónica, el acto de “hacer la luz” también puede interpretarse como la manifestación del Gran Arquitecto del Universo, cuyo diseño perfecto es el modelo a seguir por todos los iniciados.

El simbolismo del arquitecto 

El Gran Arquitecto utiliza la luz como herramienta para revelar las leyes universales que rigen la existencia. Para el masón, estas leyes no son dogmáticas, sino principios que deben ser explorados y comprendidos a través del estudio, la introspección y la práctica.

Así como el arquitecto utiliza el compás y la escuadra para construir con precisión, el masón utiliza los símbolos y rituales para construir su vida sobre una base sólida de principios éticos y espirituales.

La luz como guía eterna

La luz representa la guía del Gran Arquitecto, quien no abandona su obra, sino que la supervisa y orienta hacia su perfección. Este concepto resuena con la idea masónica de que cada ser humano tiene la capacidad y el deber de perfeccionarse, siguiendo los designios de la razón y la virtud.

Reflexiones sobre la luz en la sociedad moderna 

En un mundo marcado por la polarización, la desinformación y la decadencia de valores fundamentales, la frase “Sea la luz” adquiere una relevancia renovada. La luz, entendida como conocimiento y virtud, es la antítesis del caos y la ignorancia que amenazan con oscurecer nuestra humanidad.

El desafío de la iluminación

Vivimos en una era donde la tecnología ha democratizado el acceso a la información, pero no necesariamente al conocimiento. La masonería enseña que la verdadera luz no es acumulación de datos, sino discernimiento, sabiduría y acción ética.

El masón moderno, como portador de luz, debe actuar como faro en esta oscuridad, guiando con su ejemplo y su compromiso hacia un mundo más justo y equilibrado.

La importancia de la comunidad

En masonería, el trabajo es colectivo; los miembros del taller se apoyan mutuamente en la búsqueda de la luz. Esta enseñanza es crucial en nuestra sociedad, donde el individualismo extremo ha erosionado la noción de comunidad y responsabilidad compartida.

Sea la luz” no es solo un llamado individual, sino una invitación a construir juntos un templo de humanidad basado en los ideales de fraternidad, igualdad y libertad.

La luz como destino masónico

La frase “Sea la luz; y fue la luz” es mucho más que una declaración sobre el origen del universo. Es una metáfora poderosa de la capacidad humana para crear, aprender y trascender. Desde una perspectiva masónica, este pasaje nos recuerda que la luz no solo debe ser recibida, sino buscada, entendida y compartida.

El masón, como obrero del Gran Arquitecto, está llamado a ser un hacedor de luz en su propia vida y en la de los demás. A través de su trabajo interior y su contribución al mundo, puede convertir el caos en orden, la ignorancia en conocimiento, y la oscuridad en iluminación. En este sentido, la frase del Génesis no solo describe un acto divino, sino un modelo que cada uno de nosotros debe emular en la construcción de un mundo más luminoso y justo.