Quien sea que quiera redactar un breve estudio de George Washington sin duda corre el riesgo de ser superficial o incompleto. Durante 24 años (desde ser elegido como Comandante Supremo del Ejercito Continental hasta su fallecimiento) era el hombre más visible e influyente en los EEUU. Durante 17 de estos, integrando la guerra de las colonias, la Convención Constitucional de Filadelfia, y la presidencia, estaba día a día participando en eventos de gran importancia histórica. Y antes de todo esto, su rol en la Guerra Franco-Indígena le había hecho conocido internacionalmente cuando apenas tenía 20 años.
Como resultado George Washington llegó a jugar dos importantes roles mitológicos con el pueblo norteamericano: uno como padre sustituto y el segundo, como símbolo nacional, una alternativa a la bandera estadounidense. Y así durante periodos en los que los norteamericanos se pusieran contentos con su sociedad, habrán pensado en Washington con adulación.
En momentos de rencor y desconfianza, los mitológicos Washingtons habrán sido desdeñados y desconfiados como ejemplos de un poderoso elitismo americano y un frio y poco razonable estándar de la alta conducta moral.
Un George Washington distinto
En estas líneas, no nos vamos a enfocar en el George Washington escogido como Comandante Supremo del Ejercito Continental ni el Washington elegido dos veces como Presidente de los EEUU ambas veces con un unánime voto electoral.
Tampoco vamos a enfocarnos en el George Washington que, luego de ser presidente para ocho años consecutivos, voluntariamente se retiró de la vida política cuando el apoyo político podría haberlo hecho un rey soberano.
Tampoco vamos a concentrarnos en el George Washington masón que, a su propio pedido, tomó su juramento para la presidencia con la mano puesto sobre una Biblia que pertenecía a la Gran Logia St. John’s Numero 1 de Nueva York, la cual a su vez fue sostenida por el Gran Maestro de la misma logia.
En vez de todo esto, vamos a enfocarnos en el origen de George Washington. Puede llegar a sorprender a algunos. Puede llegar a ser inspirador a otros. Puede llegar a decepcionar. Pero no creo que vaya a provocar indiferencia.
Puede ser que ningún norteamericano haya sido peor entendido que George Washington. Generalmente se cree que fue, por nacimiento y crianza, un conservador de alto patrimonio neto, un pro-anglo aristócrata de Virginia.
En realidad, por el entorno en el cual se movía, era pobre durante la primera parte de su vida. Además nunca pisó Inglaterra o ni siquiera ninguna parte de Europa.
Primer años de su vida adulta
Cuando a la edad de 17 años empezó a independizarse económicamente era como agrimensor, haciendo peritaje a las extensiones de bosques que quedaban en los márgenes de los asentamientos. Pronto la tierra salvaje lo reclamó, primero como un enviado buscando a los franceses en los congelados primigenios bosques y luego, por casi 5 años como luchador contra los pueblos nativos.
Ningún otro presidente de los EEUU antes de Andrew Jackson fue tan formado por la tierra salvaje como era Washington, y tuvo menos educación formal que Jackson o Lincoln. Ambos Jackson y Lincoln estudiaban el derecho, mientras la educación de Washington apenas fue más allá de lo que se considera el primario.
En toda su vida Washington nunca supo nada de Sulgrave Manor, la casa antigua británica que corría en su linaje, la cual ha sido completamente renovada como un vestigio de su ascendencia transatlántica. Cuando nació, la familia ya había perdido cualquier memoria de su origen británico.
El primer colono “Washington”, John Washington, era un aventurero empobrecido que llegó a Virginia en 1675. El “Wild West” en este entonces era sobre la costa Atlántica y John podría haber sido un personaje – pero no el protagonista – de un Western moderno. Fue acusado del asesinato de cinco embajadores indígenas; fue un comerciante de pocos escrúpulos, y tras haber muerto su esposa, la bisabuela de George, se casó una tras otra dos hermanas ambas de las cuales habían sido acusados frente de él cuando servía como juez de paz, una por haber manejado un “cabaret”, la otra por haber sido amante del gobernador.
Como creció Virginia, prosperó la familia Washington modestamente. Ningún miembro logró alcanzar la cumbre social o política para poder servir en el consejo del rey, pero asociaban con miembros y a veces lo hacía en la manera convencional de la menor alta burguesía de Virginia. Pero la infancia de George Washington no progresó sin inconvenientes.
La leyenda nos dice mucho del padre de George, Augustine Washington, pero la verdad es que sabemos muy poco de él más allá de lo que revelan las constancias de sus negocios. Estos lo manifiestan inquieto, poco cierto, concretando acuerdos que posteriormente se negaba haber hecho. Muy seguido se encontraba en las tribunales. Se casó dos veces. Sobrevivieron dos varones de su primer matrimonio. De su segundo, sobrevivieron 5 hijos entre los cuales George era el mayor.
El futuro prócer nació el 11 de febrero 1732 (el 22 de febrero según el calendario de hoy) en una tapera, que ya no existe, cerca de donde el arroyo Pope desemboca al rio Potomac.
La infancia de George Washington
Como infante, lo llevaron unos 80 kilómetros aguas arriba a una casa de un nivel y medio (con el tiempo se llamó Mount Vernon). A los seis años la familia se mudó de nuevo, esta vez a una granja cruzando el rio Rappahannock desde Fredericksburg (donde mucho más tarde George se hizo Francmasón). Esto se haría la casa para la infancia de George Washington. Un inventario realizado cuando tenía 11 años demuestra un confort modesto.
La casa tenía seis ambientes, cuatro en planta baja y dos arriba adentro de los cuales se albergaban 13 camas y un sofá. Para atender ellos, la familia tenía seis buen juegos de sabanas, 10 juegos inferiores y 17 fundas de almohadas.
Su posesión más orgullosa se describió como la “plateada”: una cuchilla de sopa, 18 pequeñas cuchillas, 7 cuchillitas, un reloj y una espada todo con un valor de 25 libras esterlínas 10 chelines. Aunque poseían dos juegos de china, la mayoría de los cubiertos se tallaba en madera. Sin embargo, Augustine poseía 20 esclavos: siete en buena forma, ocho de valor moderado, y cinco incapaz de trabajar.
Washington pasó su infancia en lo que por los estándares rurales de Virginia era el centro urbano. Naves transatlánticos subían y bajaban el rio Rappahannock afuera de sus ventanas a Fredericksburg y un ferry navegaba al pueblo desde el terreno de Washington. Había un hilo perpetuo de viajantes, algunos de los que encontraron un refugio temporario en las numerosas camas de los Washington.
La idea era que George, como su padre y sus dos medios-hermanos mayores, iría a estudiar en Inglaterra. Más tarde iba a ponerse en contra de la educación en el exterior la cual pensaba que aminoraba la pasión en América para la libertad. En este caso, nunca se hizo la prueba. A los once años, falleció su padre, sacándole de George cualquier esperanza de haber estudiado en el exterior.
Augustine Washington dejó la mayoría de su propiedad a sus hijos mayores, los medios-hermanos de George. La casa adentro de la que vivía la familia, Ferry Farm, eventualmente iba a llegar a George, pero su madre estaba en control, y por toda su larga vida rehusó de liberar la propiedad.
La relación con su madre
Se dice que Mary Ball Washington era una mujer sumamente complicada. Quedó huérfana como infante, fue criada sin educación formal y al casarse a los 25 años ya habría sido una solterona por mucho tiempo, según los estándares imperantes en esa época en Virginia. Tras el fallecimiento de Augustine Washington nunca volvió a casarse.
La pasión de su vida se convirtió en su hijo George, y fue una pasión sumamente posesiva. Hasta cuando era Comandante Supremo – aun cuando era Presidente – ella se opuso a sus oficios reclamando vehemente que fue un desgraciado que desatendió las responsabilidades debidas a una madre.
Tras la muerte de su padre, George encontró a su propio padre sustituto en su medio hermano Lawrence, mayor que él por 14 años. Lawrence ya le había prendido fuego a George con un ardor marcial al haberse hecho un oficial en un regimiento norteamericano inscripto en el ejército británico regular para una expedición contra España en Cartagena de las Antillas españolas. Es de imaginar como el niño que, por toda su vida iba a llevar una pasión para los atuendos y las insignias militares, ha de haber admirado a su hermano y su atuendo colorado.
Las quejas y los reclamos de Laurence en cuanto a cómo los oficiales de Gran Bretaña le habían humillado al regimiento norteamericano no impidieron al niño que visualizara para el mismo una carrera en el ejército británico regular.
Probablemente a raíz de la pasión de su madre, los libros escolares de Washington se preservaron en un buen estado. En su forma más avanzada, manifiestan que había estudiado geometría básica y la configuración celestial del zodiaco. En cuanto a donde había ido para recibir estos aprendizajes solamente existe una pieza de evidencia la cual indidicó que asistió una escuelita sin nombre mientras paraba en la granja que su hermano Lawrence había heredado y re-bautizado con el nombre Mount Vernon, por el Almirante Edward Vernon, comandante de la expedición a Cartagena.
Su relación con la aristocracia
Sin duda más importante que esta escuela, o cualquier otra, en la educación de Washington era una casona cercana que se llamaba “Belvoir”. Aunque sus habitantes lo habían descrito como nada más que una “cabaña tolerable”, Washington consideró la hermosa estructura de ladrillos, con sus dos elegantes salas de recepción, la cima de grandeza y esplendor. Era la sede norteamericana de la gran familia inglesa Fairfax.
Según una concesión real, en contra de la cual se reclamaban perpetuamente los habitantes de Virginia, una parcela de considerable tamaño de la colonia de Virginia pertenecía a Lord Fairfax. El Patrón de Belvoir, William Fairfax, era primo hermano de su señoría, su agente norteamericano, y como resultado del mismo uno de los hombres más poderoso en Virginia. Quizás la primera indicación de las cualidades inéditas de George Washington fuese en cómo el joven habría ingresado y logrado ser aceptado al seno del clan Fairfax.
En Belvoir, el futuro revolucionario tuvo su primera vista de la clase alta de Gran Bretaña. No importó cuan establecido en Virginia estaba, William Fairfax había nacido hijo menor e insignificante de un hijo menor. Impedido por su casta elevada de luchar para sus propios medios, pero con prácticamente ninguna herencia, dependió completamente de sus mejores en la familia, que aplicaran su influencia para que se quedara empleado conforme con su destino.
Aunque su lema habría sido “Confió en Dios que nunca se me procurara el desdén de alguna relación”, la vida le había dado varios palazos antes de haber encontrado su puesto aparentemente seguro en Virginia. Su propio hijo George William Fairfax había sido tan maltratado por sus parientes que resultó un pobre alfeñique que se convirtió en un discípulo del mucho más joven – por 7 años – George Washington. Y cuando viniera a Belvoir el mismísimo gran Lord Fairfax, demostró ser dominado por tres obsesiones: una conciencia del poder, un odio por las mujeres, y un afán por la casaría de zorros. Trató a la familia William Fairfax – y también a Lawrence Washington que se había casado con una de las hijas de William – con una mezcla de generosidad y brutalidad que tuvieron que aguantar ya que su prosperidad dependía de sus caprichos.
El verdadero George Washington, aventurero
El joven George, que tenía un don natural en cuanto a los caballos y a la cazaría de zorros, le cayó muy bien a su señoría. La influencia Fairfax habría logrado para George un puesto en la armada británica, si no fuese por su madre, que había hecho tanto lío con el supuesto abandono que su hijo volvió a abrir bolsos ya cerrados. A continuación, los Fairfax lo arrojaron a un rumbo completamente contrario y George se integró a un equipo agrimensor asignado a hacer peritaje a los terrenos Fairfax que descansaban pasando la frontera y cruzando la Cordillera Azul en la valle Shenandoa. Washington tenía por entonces, apenas 16 años.
Sería la primera aventura de George Washington. Estudiaba agrimensura práctica; nadaba con los caballos cruzando ríos hinchados con nieves derretidas de las montañas cercanas.
Entre sus andanzas, se cruzó con una banda de indígenas llevando un cuero cabelludo los que con un ánimo, nutrido por unas botellas de ron, hicieron un baile de guerra; se perdió en la Cordillera Azul donde se cruzó por la primera vez con una serpiente de cascabel. Durante estos 31 días de marzo y abril, de tiempo fresco, le dio una parte de su corazón al oeste americano que nunca iba a recuperar.
Washington había participado en esta excursión principalmente por diversión. Sin embargo, le quedó sumamente claro al adolescente que tendría que generar sus propios ingresos. En sus correspondencias se repite varias veces la frase “un hombre mide su condición menos por lo que es en realidad, sino por cómo se compara”.
Y aunque nunca careciera de comida o ropa abrigada, habría sentido vergüenza de llevar a sus nuevos amigos a la granja desvencijada que pertenecía a su madre. Consta una ocasión con la cual no pudo asistir a unos bailes porque no tenía para comprar alimento para su caballo. Y así a los 17 años se estableció como agrimensor de la Cordillera Azul. A los 18 años, concretó su primera compra de terreno: 580 hectáreas sobre el arroyo Bullskin, un tributario en la valle Shenandoah.
George Washington escribió poesía, y aparentemente muy mal. Y, efectivamente, no tenía mucho éxito con las mujeres. Muy alto para su generación, 1 metro 84, con cabello colorado y ojos gris-azules, su cara era grande, sus hombros angostos para su altura, sus manos y pies enormes, George tenía la clase de aspecto físico que, se decía, asustaba a las muchachas. Se divertía en hacer comentarios juguetones y coquetear en la manera de la época, pero su alegría quedaba muy a menudo escondida por una deliberación profunda en su forma de hablar.
La tragedia de su hermano mayor
A medida que Washington empezara a encontrarse en el mundo, se le cernió una lenta e insoportable tragedia. Su querido hermano Lawrence contrajo una virulenta tuberculosis. George le acompañó a su amigo moribundo a Barbados, con la esperanza que el clima tropical le ayudara. Este fue el único viaje que jamás haya hecho Washington, la única ocasión con la que salió a los límites del terreno que sería los Estados Unidos de América. Mantuvo un diario infantil, pero en todas sus cartas y escrituras posteriores nunca hizo ningún menciona de este viaje ni manifestó una metáfora que revelara que había estado en los trópicos.
Parece que el recuerdo de haber visto su hermano mayor fallecer tosiendo con dolor hubiese sido demasiado triste. Al mismo tiempo George se enfermó con la viruela. Esto (puesto que se recuperó) fue una bendición escondida: lo hizo inmune al más grande asesino de la Revolución de las Colonias Norteamericanas.
En Virginia, como en todas las colonias, cada comunidad afianzaba una milicia voluntaria, supuestamente una fuerza armada pero más cerca de la verdad parecieran a clubes de hombres con fines sociales y políticos. Adjudicado ayudante general de Virginia, se suponía que Lawrence se responsabilizara que la milicia poseyera las capacidades marciales.
Al fallecimiento de Lawrence, George decidió solicitar el puesto – y lo hizo en el estilo Fairfax: o sea, no por hacerse proficiente en los temas militares sino por hacer lobby y hacer llamadas sociales a los oficiales importantes del gobierno. Por lo tanto, aplicando e implementando las normas de un mundo aristocrático, logró obtener a los 20 años, el titulo de mayor y la responsabilidad de capacitar a la milicia en habilidades que hasta él no poseía.
Difícil sería imaginar otra persona que sonara más insignificante en las cancillerías de Europa. Sin obstante, en sus bosques obscuros, Washington en un futuro cercano iba tirar los primeros balazos en lo que se convirtiera en una guerra transformadora.