“El hombre justo”

“El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, sino el que pudiendo ser injusto no quiere serlo” 

 

La frase refleja un principio ético fundamental, profundamente vinculado a las reflexiones sobre la justicia y la virtud. La justicia ha sido estudiada y debatida por diversas corrientes filosóficas a lo largo de la historia, desde Platón y Aristóteles hasta pensadores contemporáneos.

Contexto filosófico de la justicia

En la historia del pensamiento filosófico, la justicia ha sido uno de los pilares fundamentales de la vida social y moral. Platón, en su obra “La República”, define la justicia como la armonía del alma en la que cada parte de ésta cumple su función de manera adecuada, sin interferir en las demás. Para Platón, la justicia no se refiere únicamente a las leyes externas, sino también a la estructura interna del individuo y su relación con la sociedad.

Aristóteles, por otro lado, considera la justicia como una virtud completa que abarca todas las demás virtudes. En su obra “Ética Nicomáco” sostiene que “la justicia es el respeto por la igualdad y el equilibrio”, es decir, actuar conforme a la virtud es dar a cada uno lo que le corresponde, sin excederse ni caer en defectos. Para Aristóteles, el hombre justo es aquel que no solo respeta las leyes, sino que también tiene el deseo de actuar correctamente, lo cual resuena con la cita mencionada: “el hombre justo es aquel que, aun teniendo el poder para cometer injusticias, elige no hacerlo”.

 

La justicia en el pensamiento masónico

La Masonería, como escuela de pensamiento moral y filosófico, coloca un gran énfasis en el desarrollo de la virtud y la justicia. La búsqueda de la verdad, la justicia y la fraternidad son principios fundamentales en la filosofía masónica. Los masones buscan vivir según estos ideales, no solo en su vida privada, sino también como parte de una comunidad más amplia, promoviendo el bienestar y la equidad en la sociedad.

El enfoque masónico de la justicia no se limita a una interpretación legalista o normativa, sino que aboga por una justicia basada en la autodisciplina, el autocontrol y el discernimiento moral. En este contexto, la cita nos habla de una justicia que emana de la capacidad del ser humano para controlar sus instintos y sus deseos, eligiendo el camino del bien aun cuando podría elegir el mal. Esta elección deliberada hacia la virtud es lo que define al hombre justo en la filosofía masónica.

Desde la perspectiva masónica, el hombre que puede ser injusto pero elige no serlo está practicando una justicia activa, una justicia que no se basa únicamente en la obediencia a las leyes, sino en el control interno de sus inclinaciones y pasiones. Así, se podría decir que este hombre justo no es simplemente una persona obediente, sino alguien que ha alcanzado un nivel de desarrollo moral en el que su propia naturaleza está alineada con los principios de la justicia.

 

El poder y la elección en la justicia

Un aspecto clave de la cita es la mención del poder: “pudiendo ser injusto no quiere serlo”. Esto nos lleva a reflexionar sobre la relación entre el poder y la justicia. La historia está llena de ejemplos de individuos que, al alcanzar posiciones de poder, han sucumbido a la tentación de la injusticia, utilizando su autoridad para beneficio propio o para oprimir a otros. En contraste, el hombre verdaderamente justo es aquel que, aun teniendo el poder para cometer injusticias, elige no hacerlo.

El filósofo Friedrich Nietzsche aborda la cuestión del poder y la moralidad en su obra “Así habló Zaratustra”, donde discute cómo los individuos fuertes, los “superhombres”, deben crear su propia moralidad en lugar de seguir las convenciones sociales. Sin embargo, en la Masonería, el poder moral proviene del autodominio y de la decisión consciente de actuar con rectitud. El poder, en este contexto, no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que debe ser ejercida con sabiduría y moderación.

El enfoque masónico coincide con el pensamiento de Kant, quien en su libro “Crítica de la razón práctica” argumenta que la moralidad reside en la intención y la autonomía del individuo. Para Kant, la verdadera virtud radica en actuar por deber, no por inclinación, y el individuo virtuoso es aquel que elige actuar conforme a los principios morales, incluso cuando hacerlo va en contra de sus deseos o de su interés personal. En esta línea, el masón justo es aquel que, pudiendo desviarse, elige permanecer fiel a los principios de justicia y verdad.

 

La virtud de la autodisciplina

Otro aspecto central de la reflexión sobre el hombre justo es el concepto de autodisciplina. En la filosofía estoica, especialmente en las enseñanzas de Epicteto y Marco Aurelio, se hace hincapié en la importancia de controlar las emociones y los deseos para alcanzar la virtud. Según los estoicos, el hombre sabio es aquel que tiene control sobre sí mismo y no se deja llevar por las pasiones, sino que actúa conforme a la razón.

La autodisciplina es también un valor esencial en la Masonería, donde se enseña que el masón debe “pulir la piedra bruta” de su carácter para alcanzar la perfección moral. La justicia, entendida como la capacidad de actuar con rectitud incluso cuando se presentan oportunidades para hacer el mal, es el resultado de un largo proceso de autoperfeccionamiento. El hombre justo no nace así, sino que se forma a través del trabajo constante sobre sí mismo, el control de sus instintos y la reflexión sobre sus actos.

 

La justicia y la libertad

La libertad es un elemento esencial en la construcción de la justicia. En la Masonería, la libertad se entiende no solo como la ausencia de coacción externa, sino como la capacidad de elegir conscientemente entre el bien y el mal. El hombre justo es libre porque elige actuar de acuerdo con los principios morales, no porque se vea obligado por alguna autoridad externa. Esta idea de libertad moral resuena con las enseñanzas de Jean-Jacques Rousseau, quien en su obra “El contrato social” sostiene que “el hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado”. Para Rousseau, la verdadera libertad reside en la autodeterminación y en la capacidad de actuar conforme a la justicia y el bien común.

Desde esta mirada, el hombre justo es también un hombre libre, en el sentido de que su elección de no cometer injusticias no está dictada por el miedo al castigo o la obediencia ciega a las normas, sino por una voluntad libremente orientada hacia el bien. En este sentido, el ideal masónico de libertad está intrínsecamente vinculado al concepto de justicia: ser verdaderamente libre es ser justo.

La frase “El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, sino el que pudiendo ser injusto no quiere serlo” nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la justicia, el poder y la libertad. Desde una perspectiva filosófica y masónica, la justicia no es simplemente la ausencia de injusticia, sino una elección activa y consciente de actuar con rectitud y virtud, aun cuando se tiene el poder para hacer lo contrario.

El hombre justo es aquel que, a través del control de sus pasiones y deseos, ha alcanzado un nivel de autodisciplina que le permite actuar conforme a los principios de la justicia, no por obligación, sino por convicción. En la Masonería, este ideal de justicia se cultiva a través del autoperfeccionamiento, la reflexión y el trabajo sobre uno mismo, en un proceso que busca la armonía entre el individuo y la sociedad.

“Así, el hombre justo es un ejemplo de libertad moral, un ser que elige el bien no por miedo al castigo, sino porque ha comprendido que la verdadera justicia reside en el autocontrol y la autodeterminación”