“El fanatismo”

escuadra y compas en grado de aprendiz

El fanatismo es un fenómeno profundamente destructivo, tanto en el ámbito personal como en el social. Se presenta como un extravío moral que, al exaltar el culto de una idea por encima de la razón y el sentido común, corrompe las más nobles aspiraciones del espíritu humano. Este trabajo ofrecerá un análisis masónico y filosófico del fanatismo, explorando sus implicaciones y consecuencias desde la perspectiva de la moralidad, la libertad, y la búsqueda de la verdad.

 

“El Fanatismo y su Naturaleza”

El fanatismo puede definirse como una adhesión ciega e irracional a una creencia, idea o causa, que se manifiesta en la intolerancia hacia otras perspectivas y en un deseo vehemente de imponer dicha creencia sobre los demás. Esta adhesión desmedida es lo que lleva al fanático a renunciar a la razón y a la crítica, convirtiendo la idea que defiende en un dogma incuestionable.

Desde un punto de vista masónico, el fanatismo es diametralmente opuesto a los principios fundamentales de la Orden. La masonería promueve la libertad de pensamiento, la tolerancia, y el uso de la razón como medio para alcanzar la verdad. En este sentido, el fanatismo representa una amenaza para los ideales masónicos, ya que busca subordinar la razón a la emoción y la crítica a la obediencia ciega.

El filósofo Immanuel Kant, en su obra “Crítica de la Razón Pura”, nos ofrece un marco para entender este fenómeno. Kant argumenta que la razón debe guiar nuestras acciones y creencias, y que cualquier desviación de este principio conduce a la superstición y al error. El fanatismo, entonces, es una forma de heteronomía, en la cual el individuo permite que sus acciones y pensamientos sean dictados por fuerzas externas a la razón.

 

respetable hermano maestro masón

 

“El Fanatismo Religioso y la Superstición”

El fanatismo religioso conduce inevitablemente a la superstición, es decir, a la creencia en principios irracionales que reemplazan la comprensión racional del mundo. Este tipo de fanatismo ha sido una fuente de conflicto y violencia a lo largo de la historia, como se evidencia en las persecuciones religiosas, las guerras santas, y la Inquisición, donde la intolerancia y la imposición de un único credo sobre los demás llevaron a atrocidades y sufrimientos incalculables.

Desde una perspectiva masónica, la superstición es vista como un obstáculo para la iluminación del espíritu humano. La masonería, como movimiento filosófico y espiritual, promueve la búsqueda de la verdad a través del estudio, la reflexión, y la razón. El fanatismo religioso, al contravenir estos principios, cierra las puertas a la evolución espiritual y al verdadero entendimiento de lo divino.

Voltaire, un crítico ferviente del fanatismo, abordó este tema en su obra “Tratado sobre la Tolerancia”, donde argumenta que el fanatismo religioso es una de las formas más perniciosas de opresión. Voltaire advierte que el fanático, convencido de que posee la verdad absoluta, no solo es incapaz de tolerar otras creencias, sino que considera su deber erradicarlas. Este impulso hacia la erradicación de lo diferente es lo que lleva al odio, a las persecuciones, y al derramamiento de sangre.

 

“El Fanatismo Político y la Moralidad”

El fanatismo no se limita al ámbito religioso; también se manifiesta de manera poderosa en la política. El fanatismo político despierta las peores pasiones humanas  la envidia, la adulación, el servilismo, y la inmoralidad. Este tipo de fanatismo lleva al individuo a sacrificar sus principios morales en aras de una causa política, y a cometer actos que, de otro modo, consideraría inaceptables.

La filósofa Hannah Arendt, en su obra “Los Orígenes del Totalitarismo”, examina cómo el fanatismo político puede ser utilizado para consolidar regímenes autoritarios. Arendt sostiene que el totalitarismo se nutre del fanatismo, creando una atmósfera en la que la lealtad ciega al líder o a la ideología se convierte en la norma, y donde la moralidad es redefinida en términos de obediencia y conformidad.

En este contexto, las ideas y los ideales más sublimes son pervertidos en herramientas de opresión y control.

 

En la masonería, la moralidad está intrínsecamente ligada a la libertad. El masón es libre para seguir su conciencia y actuar de acuerdo con los principios de justicia, verdad, y benevolencia. Sin embargo, el fanatismo político, al exigir una lealtad incondicional y al promover una visión maniquea del mundo, niega esta libertad y, con ella, la verdadera moralidad. Mientras el ser humano no esté emancipado de toda servidumbre —incluida la servidumbre ideológica—, no puede ser verdaderamente moral.

 

“Razón, Verdad y Fanatismo”

Uno de los peligros más insidiosos del fanatismo es su capacidad para sofocar la razón y, con ella, la búsqueda de la verdad. La masonería, que valora la razón como una luz guía en la vida del individuo, ve en el fanatismo una amenaza directa a este principio fundamental.

El fanático, al estar convencido de que ya posee la verdad, no ve la necesidad de investigar o cuestionar sus creencias, y en consecuencia, se cierra a la posibilidad de aprender y evolucionar.

René Descartes, en su obra “Discurso del Método”, aboga por la duda metódica como una herramienta esencial en la búsqueda de la verdad. Para Descartes, ninguna idea debe ser aceptada sin antes someterla al escrutinio de la razón. Esta actitud contrasta radicalmente con la del fanático, quien se aferra a sus creencias con una certeza inquebrantable, rechazando cualquier evidencia o argumento que las ponga en duda.

El pensamiento masónico, al igual que el cartesiano, enfatiza la importancia de la libertad de pensamiento y la apertura mental. Un masón debe estar siempre dispuesto a cuestionar sus propias creencias y a aceptar la posibilidad de que puede estar equivocado. El fanatismo, al imponer una visión rígida y dogmática del mundo, es incompatible con este ideal. Para que la razón permanezca emancipada es necesario rechazar cualquier prejuicio que pueda oponerse a la investigación de la verdad.

 

“El Fanatismo y la Emancipación del Individuo”

Se afirma que mientras el ser humano no esté emancipado de toda servidumbre, no puede tener verdadera moralidad. Esta idea es central tanto en el pensamiento masónico como en la filosofía de la Ilustración. La emancipación aquí no se refiere solo a la libertad de opresión política o religiosa, sino también a la libertad de pensamiento y de espíritu.

Jean-Jacques Rousseau, en su libro “Contrato Social”, habla de la libertad como una condición esencial para la moralidad. Según Rousseau, solo cuando un individuo es verdaderamente libre —libre de coacción, de prejuicios, y de ideas preconcebidas— puede actuar de acuerdo con su conciencia y, por tanto, ser verdaderamente moral. El fanatismo, al imponer una servidumbre ideológica, impide esta emancipación y, en consecuencia, corrompe la moralidad.

La masonería, con su énfasis en la auto-mejora y el autoconocimiento, busca emancipar al individuo de las cadenas del fanatismo y de cualquier forma de esclavitud mental o espiritual. El camino masónico es un camino hacia la iluminación, donde la razón, la verdad, y la libertad son los pilares sobre los que se construye la moralidad.

El fanatismo, en todas sus formas, es un extravío moral que socava los principios fundamentales de la razón, la libertad, y la moralidad. Desde una mirada masónica, el fanatismo es un enemigo de la verdad y un obstáculo para el progreso espiritual y moral del individuo. La masonería, al promover la tolerancia, la libertad de pensamiento, y la investigación racional, se opone firmemente al fanatismo y a las consecuencias destructivas que este puede tener tanto en el individuo como en la sociedad.

 

“La lucha contra el fanatismo es una lucha por la emancipación del individuo, por la preservación de la razón, y por la búsqueda continua de la verdad”.

Solo a través de la libertad y la razón podemos aspirar a una verdadera moralidad y a la realización de los más sublimes ideales del espíritu humano.