“Cave canem”

La frase “Cave canem”, del latín, significa “Cuidado con el perro”. Su origen se encuentra en la Antigua Roma, donde se solía utilizar como advertencia para alertar a quienes se acercaban a una propiedad custodiada por un perro guardián. Esta expresión, en apariencia simple y práctica, encierra una profunda reflexión cuando se analiza desde una perspectiva filosófica y masónica. La advertencia va más allá de su significado literal; invita a reflexionar sobre los peligros del descuido, la prudencia, la vigilancia y la naturaleza de la protección, tanto física como espiritual.

 

Origen histórico de “Cave canem

La inscripción “Cave canem” era común en mosaicos colocados en la entrada de las casas romanas. Uno de los ejemplos más famosos es el mosaico encontrado en la Casa del Poeta Trágico en Pompeya, donde la frase acompaña la imagen de un perro encadenado. Esta advertencia tenía una función muy clara: prevenir a los visitantes sobre la presencia de un perro que protegía la propiedad. En una sociedad como la romana, donde las propiedades privadas eran altamente valoradas, los perros servían no solo como animales de compañía, sino también como guardianes contra posibles ladrones o intrusos.

Más allá de su utilidad práctica, “Cave canem” se ha convertido en un símbolo de la necesidad de estar alerta y preparado ante posibles amenazas. La advertencia invita a la prudencia, recordando que la falta de atención o la imprudencia pueden llevar a consecuencias indeseadas. En este sentido, la frase ha trascendido su contexto original para convertirse en una metáfora aplicable a múltiples aspectos de la vida humana.

 

Interpretación filosófica

Desde una perspectiva filosófica, “Cave canem” puede analizarse como una llamada a la prudencia y la vigilancia. Platón, en su obra “La República”, utilizaba la figura del perro como un símbolo de la vigilancia filosófica. En su concepción del Estado ideal, los guardianes de la ciudad, los filósofos-reyes, debían ser como perros guardianes: protectores celosos de la verdad y la justicia, dispuestos a defender a la polis de las amenazas externas e internas. Para Platón, la vigilancia era una virtud necesaria en los líderes, quienes debían estar siempre atentos a los peligros que acechan la armonía y la estabilidad de la comunidad.

El concepto de “cuidado con el perro” puede extrapolarse a la vida interior del individuo. En la filosofía estoica, por ejemplo, el control de las pasiones y la vigilancia sobre los propios pensamientos eran fundamentales para alcanzar la “ataraxia” (imperturbabilidad) y la libertad interior. La advertencia “Cave canem” podría interpretarse como un recordatorio constante de la necesidad de estar alerta ante los peligros internos, como las emociones descontroladas, los deseos irracionales o los pensamientos que pueden perturbar la paz mental y el equilibrio moral.

 

Vigilancia y prudencia en la masonería

Desde el enfoque masónico, “Cave canem” resuena con el simbolismo de la vigilancia y la prudencia, dos virtudes fundamentales para todo iniciado. La masonería, en su proceso de perfeccionamiento moral e intelectual, enseña a sus miembros a estar siempre atentos a las influencias externas que pueden desviarles del camino de la verdad y la justicia. El masón, como “constructor”, debe ser vigilante no solo de las amenazas que pueden venir del exterior, sino también de aquellas que surgen de su propia naturaleza interna.

En la tradición masónica, la prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la justicia, la fortaleza y la templanza. La prudencia, como virtud, implica actuar con sabiduría y precaución, evitando los excesos y tomando decisiones basadas en el conocimiento y la reflexión. El “Cave canem” masónico puede interpretarse como un llamado a la vigilancia constante en la vida personal y en el trabajo de logia. El masón debe ser cuidadoso en sus palabras y acciones, reflexionar antes de actuar, y estar siempre alerta a las posibles influencias que puedan desviarle de su propósito.

 

El simbolismo del perro en la masonería

El perro, como símbolo, tiene un lugar importante en la iconografía masónica. Históricamente, el perro ha representado la lealtad, la vigilancia y la protección. Estas cualidades son esenciales para los masones, quienes deben ser fieles a sus principios y leales a sus hermanos y a la causa de la fraternidad. La vigilancia del perro simboliza la necesidad de estar siempre atentos a los peligros que acechan tanto a nivel externo como interno. En el trabajo masónico, el “Cave canem” es una metáfora del constante esfuerzo por mantener la mente y el espíritu en estado de alerta, evitando caer en el error, la ignorancia o la pasividad.

El perro, además, es un símbolo de dualidad. Por un lado, es un guardián protector; por otro, puede ser una amenaza si se descuida su control. En la vida del masón, esta dualidad se refleja en el constante equilibrio entre el conocimiento y la acción, entre la libertad y la disciplina. El masón debe ser como el perro que protege el templo: fiel, vigilante y prudente, pero también capaz de actuar con decisión cuando se requiere.

 

La advertencia interna: el “Cave canem” masónico

La frase “Cave canem” no solo nos advierte de los peligros externos, sino también de los internos. En la tradición masónica, uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta el iniciado es el dominio de sí mismo. El masón es llamado a enfrentarse a sus propias debilidades, a sus pasiones descontroladas y a los impulsos que pueden alejarle del camino de la virtud. En este sentido, el “Cave canem” puede interpretarse como una advertencia sobre los “perros internos” que deben ser domesticados.

El “perro interior” puede representar el orgullo, la ignorancia, el egoísmo o cualquier otra forma de pensamiento o comportamiento que amenace la integridad moral del individuo. El masón, al igual que el filósofo estoico, debe estar siempre vigilante, reconociendo que la verdadera libertad no consiste en la ausencia de restricciones externas, sino en el dominio sobre uno mismo. La advertencia “Cave canem” se convierte, así, en un llamado a la introspección y al trabajo interior, a la vigilancia sobre los propios pensamientos y emociones, y a la construcción de un carácter firme y equilibrado.

 

Vigilancia en el mundo contemporáneo

En el contexto actual, la frase “Cave canem” adquiere nuevas dimensiones. Vivimos en una época en la que las amenazas no siempre son físicas, sino también ideológicas, emocionales y espirituales. Las redes sociales, la sobrecarga de información, las ideologías polarizantes y las manipulaciones mediáticas son solo algunos de los “perros” que acechan en nuestro entorno contemporáneo.

Desde un enfoque masónico, la vigilancia no se limita a la protección de la propiedad física, sino que también implica estar atentos a las influencias que afectan nuestra mente y espíritu. El masón, como constructor de su propio Templo Interior, debe ser consciente de los peligros que plantea el mundo moderno y estar siempre en guardia para no sucumbir a la desinformación, el fanatismo o la manipulación. El “Cave canem” contemporáneo nos recuerda la importancia de mantenernos alerta, no solo ante los peligros visibles, sino también ante aquellos que acechan en las sombras de la información y las ideas.

La frase “Cave canem”, aunque de origen humilde y práctico, encierra un profundo simbolismo que trasciende su contexto histórico. Desde una perspectiva filosófica y masónica, la advertencia de “cuidado con el perro” se convierte en un llamado a la prudencia, la vigilancia y el autoconocimiento. En la vida del masón, esta frase resuena como un recordatorio constante de la necesidad de estar siempre alerta, tanto frente a los peligros externos como a los internos, y de actuar con sabiduría y precaución.

El “Cave canem” masónico nos invita a reflexionar sobre la importancia de la vigilancia en nuestra vida cotidiana, sobre la necesidad de proteger nuestra mente y espíritu de las influencias nocivas, y sobre el constante esfuerzo por mantenernos fieles a nuestros principios y valores. En última instancia, la frase nos recuerda que la verdadera libertad solo puede alcanzarse a través de la vigilancia interior y el dominio de uno mismo.