Auto-Observación

“Una persona acostumbrada a la auto-observación sabe con certeza que en diferentes períodos de su vida, una misma idea, un mismo pensamiento, se entiende de manera totalmente diferente. Con frecuencia le parece extraño a él como pudo haber entendido erróneamente algo que, en su opinión, ahora entiende correctamente”

La frase propuesta plantea una reflexión profunda sobre el cambio en la comprensión y el significado que las ideas adquieren a lo largo de la vida de una persona. Este fenómeno, íntimamente ligado a la auto-observación, encuentra resonancias significativas en la filosofía masónica, donde la búsqueda del conocimiento y el perfeccionamiento personal son principios rectores. Desde este enfoque, examinaremos la naturaleza de la auto-observación, la evolución del entendimiento y su relevancia en el trabajo interno que cada masón realiza en su propio “templo interior

En la masonería, el trabajo del iniciado comienza con la instrucción de mirarse a sí mismo de manera honesta y crítica. Este proceso de auto-observación es esencial para:

Al igual que la piedra bruta que necesita ser pulida, cada masón debe identificar sus defectos para trabajar en ellos. La auto-observación es la base del autoconocimiento, condición imprescindible para progresar hacia la luz.

La frase presentada refuerza esta noción al sugerir que, al observarnos a lo largo del tiempo, nos damos cuenta de cómo hemos evolucionado y de los errores de percepción cometidos en el pasado.

Grandes pensadores como Sócrates, con su máxima “Conócete a ti mismo”, y Carl Jung, con su concepto de la “individuación”, han destacado la importancia de la introspección como medio para comprender nuestras emociones, pensamientos y acciones. Desde una perspectiva masónica:El Aprendiz inicia su viaje con un enfoque en la introspección para entender los cimientos de su ser. El Compañero y el Maestro continúan refinando esta capacidad para alcanzar niveles más altos de entendimiento y sabiduría.

La frase sugiere que las ideas no son estáticas, sino dinámicas, y que su interpretación cambia con el tiempo. Esto se debe a: La madurez emocional y mental. A medida que experimentamos la vida, nuestras experiencias nos proporcionan nuevas perspectivas. El contexto cultural y social. Las ideas pueden reinterpretarse a la luz de los cambios en nuestro entorno. El progreso espiritual. El mason en cada grado y cada ritual amplía su capacidad para comprender verdades más profundas. Desde esta óptica, un masón que revisita las lecciones de los rituales de Aprendiz o Compañero después de años como Maestro, puede descubrir nuevos significados y enseñanzas que antes le pasaron desapercibidos.

El fenómeno descrito en la frase también se alinea con el concepto masónico de “trabajar la piedra” constantemente. Las mismas herramientas simbólicas (escuadra, compás, cincel) adquieren nuevos significados conforme el masón avanza en su camino: La escuadra y el compás. Para un Aprendiz, simbolizan límites externos; para un Maestro, representa equilibrio interno. La luz. Para un recién iniciado, puede significar simplemente conocimiento; para un Maestro, se convierte en la búsqueda de la verdad trascendental.

Un factor clave en la evolución del entendimiento es nuestra ignorancia inicial. Como aprendices de la vida y del arte masónico, al principio vemos las ideas de manera limitada, como si estuviéramos dentro de la caverna de Platón, percibiendo únicamente sombras de la realidad.

Con el tiempo, nuestra experiencia nos lleva a salir de esa caverna y enfrentarnos a la luz de la verdad, aunque este proceso pueda ser incómodo o incluso doloroso. Esto resuena con el simbolismo del viaje iniciático masónico. La reflexión representa el reconocimiento de nuestra ignorancia y la disposición a aprender. La iniciación  marca el inicio de un camino hacia la iluminación, que se enriquece con el tiempo y las experiencias.

Es fundamental que el masón mantenga la humildad para aceptar que su comprensión actual puede ser limitada y que siempre hay más por aprender. Esto se vincula con el principio masónico de que el perfeccionamiento es un proceso continuo.

La frase también sugiere que la verdad no es un concepto absoluto, sino que depende de la percepción y el nivel de desarrollo de quien la busca. Desde un enfoque masónico. La verdad está velada, en los rituales, se menciona que la verdad se revela de manera gradual, conforme el iniciado esté preparado para recibirla. La luz como símbolo, cada grado masónico representa un mayor acercamiento a la luz, pero nunca se alcanza en su totalidad, recordándonos la naturaleza infinita del conocimiento.

El error en la comprensión inicial no debe verse como un fracaso, sino como parte del proceso de aprendizaje. Esto se refleja en la filosofía masónica, la piedra bruta contiene imperfecciones, estas no son obstáculos, sino oportunidades para trabajar y mejorar. El simbolismo del cincel, una herramienta que permite corregir errores y dar forma a nuestra mejor versión.

Un masón que revisita los rituales de su Logia con el paso de los años, encuentra nuevos significados y resonancias, pues su evolución personal le permite interpretar de manera más profunda los símbolos y enseñanzas.

La frase nos invita a reflexionar sobre nuestro propio crecimiento. ¿Cómo han cambiado nuestras ideas sobre los principios masónicos, como la fraternidad, la justicia o la libertad, a lo largo del tiempo? ¿Qué errores cometimos al interpretar el simbolismo masónico y qué hemos aprendido de ellos?

El reconocimiento de nuestra evolución nos permite guiar a los Aprendices con empatía, recordando que ellos también están en sus primeras etapas de comprensión.

La frase encapsula un principio fundamental de la filosofía masónica: la evolución constante del ser humano en su búsqueda de la verdad. El cambio en nuestra comprensión de las ideas no es señal de debilidad, sino de crecimiento. Al igual que la piedra bruta, nuestras percepciones iniciales son imperfectas, pero contienen el potencial para ser transformadas en algo más elevado.

Desde el enfoque masónico, esta reflexión nos recuerda la importancia de la humildad, la auto-observación y el trabajo constante para alcanzar mayores niveles de sabiduría y autoconocimiento. En este camino, no hay un destino final, solo un esfuerzo continuo por construir, en nosotros mismos, el templo de la perfección.