Arturo Ripstein

“El castillo de la pureza” 

Arturo Ripstein, destacado cineasta mexicano, realizó en 1972 El castillo de la pureza, una obra que va más allá de lo cinematográfico, proponiendo profundas reflexiones filosóficas, simbólicas y psicológicas. Este filme es un estudio de la obsesión por la pureza, el control absoluto y las consecuencias del autoritarismo dentro de un microcosmos familiar. Desde una mirada masónica, esta película ofrece un terreno fértil para explorar conceptos como la libertad, el perfeccionamiento humano, el simbolismo del conocimiento y el poder, y la lucha contra los dogmas.

Resumen de la película

El protagonista, Gabriel Lima, es un fabricante de raticidas que, debido a su desprecio por la sociedad y la condición humana, decide encerrar a su familia durante casi dos décadas en un caserón. Aquí, la “pureza” es el pilar rector. Gabriel teme que el contacto con el mundo exterior contamine a su esposa y a sus tres hijos: Porvenir, Utopía y Voluntad, cuyos nombres, cargados de simbolismo, reflejan ideales utópicos y aspiraciones truncadas.

Dentro de esta prisión autoimpuesta, Gabriel aplica un régimen espartano. Los hijos realizan trabajos forzados para elaborar los raticidas, mientras son sometidos a reglas rígidas y castigos severos. El único vínculo con el mundo exterior es el padre, quien sale a vender los productos, reforzando su control y su papel de intermediario exclusivo entre su familia y la sociedad.

El relato alcanza su clímax cuando las tensiones internas, las contradicciones del régimen y las emociones reprimidas provocan un desenlace inevitablemente trágico.

El simbolismo en la película

Desde la mirada masónica, la narrativa de El castillo de la pureza puede interpretarse como una alegoría de la búsqueda de la perfección humana, los riesgos del fanatismo y el desafío de alcanzar la verdadera libertad a través del conocimiento y la autoconciencia.

El castillo como símbolo de aislamiento

El “castillo de la pureza” evoca la imagen de una fortaleza que, en vez de proteger, encierra. Simbólicamente, se relaciona con la “prisión” de los dogmas y prejuicios que pueden coartar el desarrollo humano. Para un masón, el castillo puede interpretarse como un templo mal construido, un lugar que, lejos de ser un espacio de iluminación, se convierte en un lugar de oscuridad y estancamiento.

En la Masonería, el proceso de perfeccionamiento personal implica derribar los muros que nos separan de los demás y de la verdad universal. Gabriel, en su afán de proteger a su familia, levanta un muro tan alto que destruye la posibilidad de progreso, convirtiéndose en un símbolo del tirano que teme al cambio y a la diversidad.

Los nombres de los hijos son profundamente simbólicos desde una perspectiva masónica: Porvenir representa el futuro, la esperanza de una vida mejor y el deseo de trascendencia; Utopía encarna los ideales inalcanzables, un reflejo de la búsqueda obsesiva de la perfección y Voluntad  simboliza la fuerza interna necesaria para superar las adversidades y liberarse de las cadenas.

Sin embargo, en el contexto de la película, estos valores se ven pervertidos por el autoritarismo de Gabriel, lo que destaca cómo los ideales pueden ser manipulados o distorsionados bajo el yugo del fanatismo.

El raticida como símbolo del conocimiento destructivo

El raticida, central en la trama, representa el poder del conocimiento utilizado de forma incorrecta. En la tradición masónica, el conocimiento es una herramienta para iluminar y liberar. Sin embargo, cuando se emplea sin ética ni propósito constructivo, se convierte en un arma de destrucción.

Gabriel utiliza su conocimiento para controlar y oprimir, y su habilidad para fabricar venenos es un reflejo de su propia toxicidad emocional y moral. Este símbolo recuerda a los masones la necesidad de aplicar el conocimiento con sabiduría y en beneficio de la humanidad

El padre como un demiurgo fallido

Gabriel asume el papel de creador absoluto dentro de su microcosmos familiar. Al igual que un demiurgo imperfecto, intenta moldear un universo puro a partir de sus propios prejuicios y temores. Desde una óptica masónica, esto contrasta con la idea de un Gran Arquitecto del Universo que guía con amor y sabiduría. Gabriel, por el contrario, actúa con miedo y control, lo que lo lleva a su propia destrucción.

La liberación como iniciación

La ruptura final del sistema impuesto por Gabriel puede interpretarse como una iniciación simbólica. Los hijos, al enfrentarse a la verdad de su opresión y al horror de su existencia, comienzan un proceso de autoconocimiento que podría llevarlos a la verdadera libertad, aunque a un costo muy alto.

Reflexiones sobre la película

La libertad y la tiranía

En la Masonería, la libertad es un valor central. El castillo de la pureza es una advertencia sobre cómo la obsesión por el control absoluto destruye la libertad individual y colectiva. Gabriel, en su afán de proteger, se convierte en un tirano, demostrando que la verdadera pureza no puede imponerse, sino que debe surgir de la autodeterminación.

El perfeccionamiento humano

La película cuestiona la idea de que la pureza puede alcanzarse a través del aislamiento o la imposición. Para los masones, el perfeccionamiento es un proceso continuo que implica interactuar con el mundo, aprender de la diversidad y superar los propios defectos. Gabriel, al aislar a su familia, se niega a sí mismo y a los demás esta posibilidad de crecimiento.

El poder del conocimiento

El uso destructivo del conocimiento en la película resalta la importancia de la ética en su aplicación. La Masonería enseña que el conocimiento debe emplearse para construir, no para destruir, y que su acumulación sin sabiduría puede ser peligrosa.

La lucha contra los dogmas

Gabriel representa el dogmatismo llevado al extremo, un enemigo que los masones buscan combatir mediante el cuestionamiento y la búsqueda constante de la verdad. La película muestra cómo los dogmas no solo limitan a quienes los imponen, sino que también destruyen a quienes están bajo su influencia.

El castillo de la pureza de Arturo Ripstein es una obra rica en simbolismo y profundamente relevante desde una perspectiva masónica. A través de su narrativa, se exploran los peligros del autoritarismo, la obsesión por la pureza, y el mal uso del conocimiento, temas que invitan a reflexionar sobre los valores fundamentales de libertad, progreso y fraternidad. Para los masones, la película es un recordatorio poderoso de la importancia de trabajar por la iluminación personal y colectiva, derribando los muros del miedo y el control para construir un mundo más justo y libre.