Aristóteles

El hombre, cuando más estudia es más sencillo, porque a medida que estudia descubre la grandeza de su ignorancia

La frase atribuida a Aristóteles encierra una verdad universal y profundamente humanista: el conocimiento, lejos de inflar el ego, tiene el potencial de revelar la pequeñez del individuo frente a la inmensidad del saber. Desde la óptica masónica, esta reflexión adquiere un significado especial, pues está alineada con los principios de humildad, búsqueda de la verdad y superación personal que rigen la vida del iniciado.

El conocimiento como camino hacia la sencillez 

Aristóteles nos plantea una paradoja: a medida que el ser humano avanza en el conocimiento, se vuelve más consciente de sus limitaciones. Este principio encuentra eco en la enseñanza masónica, donde el aprendizaje constante es un proceso de construcción y desconstrucción.

  1. La humildad del sabio: En la masonería, el verdadero sabio no es quien presume de sus conocimientos, sino quien reconoce cuánto le queda por aprender. Este principio se refleja en la máxima de Sócrates, “Solo sé que no sé nada”, que resuena con la filosofía masónica de búsqueda incesante de la verdad.
  2. La sencillez como virtud: A medida que el iniciado avanza en su camino, comprende que el conocimiento no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la sabiduría, que se manifiesta en la sencillez y la modestia.
  3. El rechazo al orgullo intelectual: El orgullo y la arrogancia son piedras en el camino del masón. El conocimiento debe usarse para servir y construir, no para dominar o menospreciar a otros.

Una lección masónica 

La frase de Aristóteles subraya un concepto fundamental: la verdadera sabiduría radica en reconocer la vastedad de lo desconocido. En la masonería, este reconocimiento no es un motivo de frustración, sino una fuente de inspiración.

  1. La ignorancia como estímulo para la búsqueda: La masonería enseña que la luz solo puede encontrarse a través de la aceptación de nuestra oscuridad inicial. La “piedra bruta” simboliza el estado imperfecto del ser humano, que necesita trabajo constante para pulirse.
  2. El infinito del conocimiento: El universo es una vasta red de misterios, y cada descubrimiento abre nuevas preguntas. Este principio se refleja en el lema masónico “Ordo ab Chao” (orden a partir del caos), que señala el esfuerzo por encontrar sentido en lo incomprensible.
  3. La humildad ante lo divino: En la tradición masónica, el Gran Arquitecto del Universo representa la perfección y la infinitud. Reconocer la propia ignorancia es, en última instancia, reconocer la supremacía del Gran Arquitecto y el lugar del hombre como aprendiz en su obra.

Una búsqueda de por vida 

El estudio en la masonería no es un acto finito, sino un proceso continuo que abarca toda la existencia. Desde los primeros grados, el iniciado aprende que el conocimiento se construye en capas, y cada etapa revela nuevos horizontes.

El simbolismo del aprendizaje: 

  • La escuadra y el compás representan la necesidad de equilibrar el conocimiento técnico con la reflexión ética.
  • La plomada simboliza la introspección necesaria para medir la profundidad de nuestro entendimiento y nuestras limitaciones.

La logia es un espacio donde se comparte conocimiento, y cada hermano aporta su perspectiva. Esta dinámica refuerza la idea de que el saber es siempre parcial y requiere la colaboración de otros para ampliarse.

En la masonería, el conocimiento no se acumula por vanidad, sino para servir a la humanidad. Un masón instruido tiene el deber de guiar, enseñar y contribuir al progreso social.

La sencillez como meta del iniciado 

La sencillez, lejos de ser una renuncia al conocimiento, es su máxima expresión. En el marco masónico, esta virtud se manifiesta en:

  1. La comunicación clara: El masón aprende a transmitir ideas complejas de manera accesible, reconociendo que la sabiduría no necesita adornos.
  2. La vida austera: La masonería promueve una existencia centrada en valores esenciales, donde el conocimiento sirve para enriquecer el espíritu, no para acumular bienes materiales.
  3. El ejemplo moral: El masón sencillo es aquel que inspira a otros con su conducta, mostrando que la verdadera grandeza reside en la humildad y el servicio.

El peligro del conocimiento sin humildad 

Cuando el conocimiento no se acompaña de humildad, puede convertirse en un arma peligrosa. Este riesgo se manifiesta en:

  1. El dogmatismo: Creer que se posee toda la verdad lleva al estancamiento y a la intolerancia.
  2. El elitismo intelectual: La arrogancia del saber aleja a las personas y fomenta divisiones.
  3. El uso egoísta del conocimiento: Sin humildad, el saber puede ser utilizado para manipular, explotar o dominar a otros, contradiciendo los principios masónicos de justicia y fraternidad.

La masonería combate estos peligros enfatizando el valor de la introspección y la responsabilidad moral.

La sencillez como reflejo de la sabiduría 

La frase de Aristóteles nos invita a reflexionar sobre el propósito del conocimiento y su impacto en nuestra evolución personal. Desde una perspectiva masónica, esta idea se traduce en un compromiso con la búsqueda constante de la verdad, acompañado de humildad y sencillez.

El masón, como eterno aprendiz, entiende que cada lección aprendida es una puerta hacia nuevas interrogantes. Al reconocer la grandeza de su ignorancia, se libera de la arrogancia y se acerca a la verdadera sabiduría: aquella que se expresa en la modestia, el servicio y la conexión con lo divino.

“Así, la masonería nos enseña que el conocimiento no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la plenitud espiritual y contribuir al progreso de la humanidad. Y en este camino, la sencillez no es solo una virtud, sino el sello de quienes han descubierto que el verdadero poder reside en la humildad y en la capacidad de aprender de todo y de todos”