Alquimia

“Aurum nostrum non est aurum profanarum” (Nuestro oro no es el oro de los profanos)

 

Un análisis del oro interior

  1. Introducción: El velo del símbolo

La frase “Aurum nostrum non est aurum profanarum” encierra una de las verdades fundamentales del pensamiento hermético y masónico: que el verdadero tesoro no es el oro del mundo, sino la iluminación del alma, el conocimiento secreto que transmuta al ser humano desde dentro. En esta declaración se esconde toda la diferencia entre la alquimia espiritual y la codicia material; entre el iniciado y el profano; entre el templo interior y el mercado exterior.

No es una advertencia contra la riqueza, sino una afirmación del propósito trascendente del Arte Regio: la búsqueda del “Oro Filosófico”, no del metal vil. Como diría Fulcanelli, el gran alquimista del siglo XX:

 

 “No se trata aquí de hacer oro, sino de hacerse digno de él”

 

  1. El oro como símbolo iniciático
  2. El oro vulgar. En el mundo profano, el oro representa el poder, la riqueza, el dominio sobre los demás. En palabras de Carl Jung, quien estudió profundamente la alquimia:

“Para el profano, el oro es una riqueza externa. Para el alquimista, es símbolo de la plenitud del ser”

 

El profano ve en el oro una meta. El alquimista, un símbolo. El masón reconoce en esto el velo del símbolo, como enseñaba la tradición: “El velo cubre lo sagrado para protegerlo de quienes no están preparados para comprenderlo.

  1. El oro filosófico. El “Aurum Philosophorum”, o “oro de los filósofos”, es la conciencia transmutada, la perfecta armonía entre cuerpo, mente y espíritu. Es el estado más alto de realización interior. No es metal: es Sabiduría. Paracelso, médico y alquimista renacentista, lo describía como:

 

 “Una sustancia que no se encuentra fuera del hombre, sino en su interior más profundo, donde el alma arde como fuego secreto”

 

III. El camino de la transmutació

  1. Nigredo – La putrefacción. Todo trabajo alquímico comienza con la disolución. El adepto debe morir simbólicamente. La nigredo representa el momento donde el ego se descompone, el momento de crisis donde la materia (y el alma) se disuelve en su estado más primitivo. Para el masón, es el descenso a la cámara: el enfrentamiento con la propia somb
  2. Albedo – La iluminación. De la oscuridad nace la purificación. La materia ennegrecida se aclara. Es la purificación del alma por medio de la verdad, el conocimiento y el sufrimiento trascendido. Es cuando el iniciado comienza a vislumbrar que el oro verdadero no se halla en la posesión, sino en el conocimiento de sí mismo. La albedo es el despertar masónico del aprendiz
  3. Rubedo – La transmutación final. El rojo es el color del oro perfecto, de la sangre transfigurada. En este estadio, el alquimista ha completado el Opus Magnum, la Gran Obra. El “oro” es ahora un ser humano realizado, completo, sabio. Ha cumplido el mandamiento masónico: “Conócete a ti mismo”, y ya no busca oro externo, porque lo ha encontrado en su interior.

 

  1. Opiniones de grandes alquimistas y simbolistas

Fulcanelli

“La alquimia no es más que la ciencia de la transmutación espiritual. La piedra filosofal es la Verdad revestida de símbolos.”

Fulcanelli advertía que quienes buscaban el oro vulgar estaban condenados al fracaso, porque la Gran Obra exige pureza de intención. Su oro es secreto porque solo puede encontrarse con los ojos del alma.

 

Carl Jung

Jung comprendió que los procesos alquímicos eran proyecciones simbólicas del alma humana. Su psicología analítica reveló que la alquimia es una metáfora del proceso de individuación:

 

“El oro es el símbolo del Sí mismo. Su consecución equivale a la realización del hombre completo.”

 

René Guénon

Guénon sostuvo que el conocimiento esotérico se protege de los profanos no por elitismo, sino por necesidad:

 “El símbolo es el lenguaje del mundo superior; el profano no lo comprende porque no vive en él.”

 

Y añadió:

 “El oro de los sabios no puede ser comprado ni vendido, porque no pertenece a este mundo.”

 

  1. En el templo masónico

El masón no busca la piedra literal ni el oro de las arcas, sino el edificio invisible: el Templo Interior. Cuando se afirma que “nuestro oro no es el oro de los profanos”, se reafirma el secreto de la Orden: que el verdadero trabajo es sobre uno mismo, y que la riqueza que se obtiene no se cuenta en monedas, sino en luz interior. El compás y la escuadra, símbolos del equilibrio entre la razón y el espíritu, guían al iniciado en su búsqueda del centro secreto, donde yace el oro oculto: su esencia divina.

  1. Conclusión: El oro que no puede robarse

“Aurum nostrum non est aurum profanarum” es una advertencia, una guía y una consagración. Quien la comprende, deja de buscar fuera lo que solo puede encontrarse dentro. Para el iniciado, esta frase no es un rechazo del mundo, sino una invitación a superarlo.

 “No amontonen tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y donde los ladrones minan y roban. Amontonen tesoros en el cielo…”

Evangelio según Mateo, 6:19-20

El oro de los alquimistas, de los sabios, de los masones, no puede ser robado, ni perdido, ni vendido. Porque no está en las manos, sino en el alma.