“Y enseñaron a los hombres a fabricar espadas y cuchillos, y a conocer los metales de la tierra, y el arte de trabajar los brazaletes y los adornos”
El “Libro de Enoc”, un texto apócrifo del judaísmo, describe una narrativa fascinante sobre los Vigilantes, un grupo de ángeles que desobedecieron a Dios y cayeron al mundo de los hombres. Su historia no solo ha influido en la tradición judeocristiana, sino que también ha repercutido en diversas corrientes esotéricas y filosóficas. Desde un enfoque masónico, la historia de los Vigilantes puede interpretarse como una alegoría de la transgresión, la búsqueda de conocimiento y las consecuencias del libre albedrío.
El “Libro de Enoc” es un texto atribuido a Enoc, el bisabuelo de Noé, y forma parte de la tradición apócrifa del judaísmo. Aunque no se incluyó en el canon bíblico judío ni cristiano, ha influido profundamente en la teología y el esoterismo. Fue especialmente valorado en las primeras comunidades cristianas y en la tradición etíope, donde sigue siendo considerado canónico.
El texto se divide en varias secciones, siendo el “Libro de los Vigilantes” capítulos 1-36 una de las más destacadas. En esta sección, se narra cómo un grupo de ángeles, liderados por Semyaza y Azazel, descendió a la Tierra, desobedeciendo la voluntad divina.
Los Vigilantes eran ángeles encargados de observar la Tierra y velar por la humanidad. Sin embargo, en su misión, sucumbieron a la atracción por las hijas de los hombres, con quienes engendraron una raza híbrida de gigantes conocida como los Nephilim. Estos seres, descritos como violentos y corruptos, llevaron al mundo a un estado de caos y destrucción.
Además de su unión con los humanos, los Vigilantes compartieron con la humanidad conocimientos prohibidos:
Azazel enseñó el uso de armas, joyería y cosméticos; Semyaza reveló encantamientos y artes ocultas; Otros Vigilantes impartieron conocimientos sobre astrología, metalurgia y la interpretación de los sueños.
Esta transferencia de conocimiento, aunque valiosa, se percibió como una transgresión, ya que introdujo la corrupción y el desequilibrio en el mundo. Como castigo, Dios envió al arcángel Rafael para encarcelar a los Vigilantes en el abismo, y a Miguel para destruir a los Nephilim en el diluvio.
Los Vigilantes como buscadores de conocimiento
Desde una perspectiva masónica, los Vigilantes pueden interpretarse como símbolos de aquellos que buscan el conocimiento más allá de los límites establecidos. Su acto de desobediencia representa la valentía (o la arrogancia) de enfrentarse a lo desconocido. La masonería, que valora la búsqueda del conocimiento y la verdad, reconoce los peligros inherentes a esta búsqueda, reflejados en la caída de los Vigilantes.
El conocimiento prohibido y su dualidad
El conocimiento transmitido por los Vigilantes tenía un potencial ambivalente: mientras que las armas podían usarse para defenderse, también podían emplearse para destruir; la astrología ofrecía orientación, pero también se prestaba a la superstición. Este dualismo resuena en la filosofía masónica, donde el conocimiento es visto como una herramienta que debe ser utilizada con sabiduría y ética.
La caída como metáfora de la humanidad
La historia de los Vigilantes también puede interpretarse como una alegoría de la condición humana. Al igual que los ángeles caídos, los seres humanos poseen libre albedrío y la capacidad de desobedecer. Su caída refleja las consecuencias del desequilibrio entre el conocimiento y la responsabilidad, un tema recurrente en la masonería.
El experto en misticismo judío, Gershom Scholem, interpreta la caída de los Vigilantes como una narrativa de tensión entre lo divino y lo humano. Para Scholem, los Vigilantes representan la fragilidad de los límites impuestos por lo divino y el poder transformador del conocimiento. En cambio la teóloga Margaret Barker, considera que los Vigilantes simbolizan una crítica al conocimiento no regulado, particularmente en un contexto sacerdotal. Según ella, su historia es una advertencia sobre los riesgos de la arrogancia intelectual. Erich von Däniken, aunque controvertido, sugiere que los Vigilantes podrían interpretarse como visitantes extraterrestres, planteando preguntas sobre el origen del conocimiento humano. Aunque esta interpretación carece de base histórica sólida, destaca la influencia del mito en la cultura popular.
Desde el enfoque masónico, estas perspectivas subrayan la universalidad del mito de los Vigilantes como una reflexión sobre los límites del poder, la sabiduría y la transgresión.
La historia de los Vigilantes ha influido en numerosas tradiciones esotéricas, incluidas las órdenes iniciáticas como la masonería. En estas corrientes, los Vigilantes son vistos como portadores de una sabiduría ancestral que, aunque peligrosa, puede conducir al autoconocimiento y al progreso espiritual si se utiliza correctamente.
En este sentido, los Vigilantes se asemejan a Prometeo, quién robó el fuego a los dioses para dárselo a la humanidad. Ambos mitos reflejan la lucha entre la búsqueda de conocimiento y las restricciones impuestas por el orden divino.
En el mundo actual, la historia de los Vigilantes continúa resonando como una advertencia sobre el poder del conocimiento y la responsabilidad que conlleva. En un contexto de avances científicos y tecnológicos, el mito de los Vigilantes nos invita a reflexionar sobre cómo equilibrar el progreso con la ética y el respeto por el medio ambiente y la humanidad.
Para la masoneria, la historia de los Vigilantes en el “Libro de Enoc” es más que un relato de desobediencia divina; es una alegoría de la búsqueda de la verdad, los peligros del conocimiento sin ética y las consecuencias de la transgresión. Su mensaje, aunque antiguo, sigue siendo relevante en una era donde la humanidad enfrenta dilemas éticos cada vez más complejos.
El mito de los Vigilantes nos recuerda que el verdadero conocimiento no reside solo en el descubrimiento de lo desconocido, sino en la sabiduría para utilizarlo de manera justa y armoniosa. Al igual que los masones, quienes construyen su “templo interior”, debemos aspirar a un equilibrio entre el aprendizaje, la responsabilidad y el bien común.