El camino como arquetipo universal

“Sólo unos pocos encuentran el camino. Otros no lo reconocen cuando lo encuentran. Otros ni siquiera quieren encontrarlo”

Desde la óptica masónica, la idea del “camino” evoca un símbolo esencial de búsqueda y trascendencia. En la tradición masónica, el camino es un recorrido iniciático, una metáfora de la vida como un viaje de autodescubrimiento, conocimiento y perfeccionamiento moral. Esta frase, que encapsula la diversidad de respuestas humanas ante el desafío del destino y la verdad, debe ser interpretada como un llamado a la reflexión sobre la capacidad de cada individuo para enfrentar las pruebas del viaje interior.

Autores como Joseph Campbell, en su análisis sobre el monomito en el libro “El héroe de las mil caras”, señala  que el camino es una constante narrativa en todas las culturas, simbolizando el enfrentamiento entre el individuo y sus limitaciones. Desde el enfoque masónico, este camino no es meramente físico o material, sino espiritual y ético, en el que la persona debe sortear sus pasiones y vicios para alcanzar la virtud y la luz.

“Sólo unos pocos encuentran el camino”

La primera parte de la frase alude a la exclusividad del hallazgo del camino verdadero. Esto impacta profundamente en la simbología masónica, donde no todos son llamados a la iniciación, sino únicamente aquellos que buscan la verdad con sinceridad y compromiso. Es un proceso selectivo, no porque la Verdad esté restringida, sino porque son pocos los que tienen el coraje y la disciplina de buscarla.

Autores como Søren Kierkegaard en su obra “El concepto de la angustia” señala que el acceso al conocimiento y la verdad requiere un salto cualitativo: una disposición a abandonar las certezas cómodas para adentrarse en la incertidumbre. Desde la mirada masónica, este hallazgo del camino no es un accidente ni una gracia divina; es el resultado de un esfuerzo consciente y continuo. Como decía Aristóteles, “la excelencia no es un acto, sino un hábito”.

“Otros no lo reconocen cuando lo encuentran”

Aquí se aborda la incapacidad de muchos para discernir el verdadero camino incluso cuando está ante sus ojos. Esta idea conecta con el concepto de ignorancia voluntaria, que Platón describe en el libro “La República” a través de la alegoría de la caverna. Muchos, habituados a las sombras de sus ilusiones, no pueden reconocer la luz cuando finalmente la ven.

Para el masón, esta incapacidad está relacionada con la falta de preparación. El símbolo del aprendiz, que debe desbastar su piedra bruta, subraya que reconocer el camino exige trabajo interno. No basta con la exposición a la verdad; se requiere una mente purificada y un corazón dispuesto. Como señala Confucio: “La ignorancia es la noche de la mente, pero una noche sin luna ni estrellas

Otros ni siquiera quieren encontrarlo

La última parte de la frase aborda un fenómeno trágico pero común: la indiferencia hacia la búsqueda de la verdad. Muchos, atrapados en el materialismo, el conformismo o el hedonismo, rechazan deliberadamente la posibilidad de buscar algo más elevado. Este aspecto está relacionado con el “hombre masa” de Ortega y Gasset, quien prefiere la comodidad del conformismo a la responsabilidad de la autenticidad.

Desde el punto de vista masónico, esta indiferencia representa el mayor obstáculo para el progreso espiritual. Como decía Albert Pike: “El hombre que no busca la verdad está muerto en vida”. La voluntad de ignorar el camino es una negación del propósito superior de la existencia humana: perfeccionarse para el bien de la humanidad.

El camino como progreso espiritual

Para los masones, el camino es la esencia del trabajo masónico. Los rituales, herramientas y enseñanzas simbolizan las etapas y desafíos que el buscador enfrenta en su viaje hacia la luz. El compás y la escuadra, por ejemplo, no son meros instrumentos, sino guías para alinear la vida del iniciado con los principios de justicia, equilibrio y armonía.

El simbolismo del laberinto, también presente en muchas tradiciones esotéricas, ilustra este proceso: no todos encuentran la salida, pero quienes lo hacen alcanzan una comprensión más profunda de sí mismos y del cosmos. Como afirma René Guénon en su obra “El simbolismo de la cruz”, el viaje espiritual masónico es una ascensión que lleva al individuo desde la periferia (la ignorancia) hasta el centro (la verdad).

La responsabilidad del buscador

La frase encierra una profunda enseñanza masónica: el camino no es un regalo ni un destino inevitable, sino un esfuerzo continuo de búsqueda, discernimiento y acción. Aquellos que lo encuentran, lo reconocen y lo siguen están llamados a guiar a otros, no con imposición, sino con el ejemplo. Como decía el filósofo Epicteto: “No busques que los acontecimientos sucedan como tú deseas; desea que sucedan como suceden, y serás feliz”.

Desde el punto de vista masónico, encontrar el camino es el primer paso hacia un compromiso ético y espiritual que trasciende al individuo, contribuyendo al progreso de la humanidad en su conjunto. En última instancia, el camino es una invitación a vivir con propósito, construir con sabiduría y actuar con virtud.