Los caballeros templarios: historia exotérica y esotérica del origen de la orden
No ha existido en la historia de la Humanidad otra Orden de guerreros que despierte tanta fascinación como los Caballeros Templarios. Su sola mención, evoca en el imaginario popular una serie de arquetipos que son tan poderosos, que difícilmente puedan ser erradicados algún día. Un caballero templario es, ante todo, una persona noble, desinteresada, honrada y justa; defenderá siempre a los débiles y necesitados; socorrerá a la dama en apuros que está a punto de ser maltratada por lo malvados. Será fiel a su Gran Maestre, generoso con sus compañeros e implacable con sus enemigos. Como si todo esto fuera poco, será maestro en el uso de la espada, y montado en su radiante caballo blanco sembrará el terror entre sus adversarios, que temblarán al oír su nombre. Será valiente para defender las murallas de Jerusalén, como así también será capaz de enfrentar en terreno abierto, a los infieles que osen acercarse a las ciudades cristianas. En el viejo continente, los veremos combatiendo siempre a caballo en las áridas mesetas de la península ibérica, en las campiñas francesas o en las tierras altas de Escocia.
Y siempre derrotando a sus enemigos.
Como si todo esto no alcanzara, como si aún no hubiese suficientes elementos para construir un mito alrededor de ellos, veremos que siempre estarán rodeados por la leyenda de algún tesoro fabuloso; desde sus humildes (o no tanto) inicios en la ciudad Santa, hasta su final incierto en la hoguera de París, siempre los rodeará el halo de una fortuna que supera la imaginación de cualquier persona y a la cual no pueden acceder ni siquiera las manos todopoderosas de reyes y papas.
¿Qué significa entonces ser un caballero templario? Significa, por sobre todas las cosas, entender que uno es un Mito viviente, es decir depositario de una tradición que excede las limitaciones y la cotidianidad del hombre físico. El templario es un ser dentro del no ser, un estadio espiritual dentro del mundo material a partir del cual está circunscripta la manifestación de su propia existencia.
Y aun con todo lo que hemos dicho tenemos que contar dos historias sobre la Orden de los Templarios: una exotérica que es de público conocimiento, manoseada y adulterada; y otra esotérica, secreta y muy poco difundida, en donde encontraremos la verdadera esencia de esta fantástica Orden, que siete siglos después de su presunta desaparición, aun hace temblar a sus enemigos tanto físicos como espirituales.
Vamos a describir a continuación lo que es una de las falacias más comunes acerca de los caballeros templarios y que vemos repetidas en infinidad de libros:
“Templarios como protectores de peregrinos”.
Todos los que hemos estudiado el tema de los Templarios escuchamos alguna vez, que su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Tierra Santa. Tal vez sea esta, la mentira más descarada de todas las difundidas sobre aquellos caballeros, sin lugar a dudas. Jamás la Orden tuvo ese objetivo. Tan evidente es esto, que cuando en 1129 d.C. el Papa Honorio II aprobó la regla de los Templarios de 72 párrafos (Regla Latina) en el concilio de Troyes, ninguno de dichos artículos mencionaba una sola palabra sobre la protección de las rutas de peregrinación en Tierra Santa.
Si ahondamos en el asunto y hacemos un análisis riguroso de las vías que tomaban los peregrinos para llegar a Jerusalén, nos conducirá a la conclusión de que es imposible protegerlos a todos con una fuerza militar de tan sólo… ¡nueve hombres! Inclusive si supusiéramos que todos los fieles cristianos, llegaban por mar al puerto más cercano de la ciudad Santa en la edad media (Haifa), nos quedarían todavía por recorrer ¡130 kilómetros hasta Jerusalén! Es evidente que para una defensa consecuente y juiciosa de los caminos se hubiese requerido una milicia permanente de por lo menos unos mil hombres, que con patrullas de veinte o treinta caballeros pudiesen ir “peinando” los caminos de malhechores y bandidos. Esto nunca sucedió. Pero hay más.
Los Caballeros Templarios tuvieron varias oportunidades de salir de la ciudad de Jerusalén a luchar contra los musulmanes, y no lo hicieron. Repasemos cuáles fueron: – En 1119 los musulmanes atacaron conjuntamente desde Siria por el norte y desde Egipto por el sur. El rey Balduino II fue capaz de derrotar ambos ejércitos, pero no hay ningún registro de que los Caballeros Templarios hubiesen participado de ambos combates. –
En 1123 el rey Balduino II puso sitio a la ciudad de Alepo. Aquí tampoco aparecieron los Templarios. –
En 1125 ocurre la batalla de Azaz, donde Balduino II derrota ampliamente a sus enemigos. No hay participación templaria ni registro de actividad militar.
Pero entonces, ¿Cómo surgió esta leyenda que asocia a los Templarios como protectores de peregrinos? El malentendido se originó con la inexactitud de los relatos de Guillermo de Tiro, cronista medieval que nació hacia 1130 d.C. y que recién escribió sobre la Orden hacia 1170 d.C. No fue un testigo directo de los primeros tiempos de los caballeros, y básicamente extrapoló las rutinas militares de los soldados de su tiempo (a fines del siglo XII, momento en que los templarios tenían una presencia militar fuerte en tierra Santa), con los templarios de antaño. Para ir aún más a fondo en este asunto: recién en 1137 d.C. aparece un primer informe en donde el Patriarca de Jerusalén solicitó a los Templarios proteger la ciudad Santa. En otras palabras, el primer pedido formal de protección requerido a los Templarios, llegaría mucho tiempo después de que estos se asienten en Jerusalén. De esta forma, queda totalmente eliminada la posibilidad de que la Orden Templaria tuviese como misión la protección de los fieles que se dirigían a Jerusalén.
Veremos las otras dos falacias en próximas entregas.
Pablo Folco
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